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Más que decidir la cancelación del aeropuerto de Texcoco, lo que debe provocar insomnio al presidente de México es el silencio ensordecedor a que lo tiene sometido su alianza estratégica e ideológica con el tirano Ortega de Nicaragua.

Debe de ser triste haber mordido silencio cuando Ortega mandó a sus esbirros invadir a gritos y golpes el funeral del poeta Ernesto Cardenal, siendo que Ernesto Cardenal era poeta de cabecera del presidente mexicano.

Dos años antes, el político mexicano saltaba de contento en las redes al ser felicitado por Ernesto Cardenal al tomar posesión como presidente: “Ese gran poeta y revolucionario nicaragüense nos felicitó. Lo abrazo”.

Y hasta tuiteó:

Va un poemínimo de Ernesto Cardenal que recitaba: «Me contaron que / estabas enamorada de otro / Y entonces me / fui a mi cuarto / y escribí ese / artículo contra / el gobierno / por el que estoy preso».

Sin embargo, ya como presidente, hizo mutis ante las persecuciones y los encarcelamientos a los que su amigo, el tirano Ortega, sometió al poeta, quien ya pasaba de los 93 años de edad, estaba viejo y cansado, pero seguía oponiéndose a la dictadura.

Peor, ni una palabra, el 1 de marzo de 2020, tras la muerte del poeta, a los 95 años, y Ortega mandó a sus hordas al funeral: más de 100 vándalos uniformados con los pañuelos rojos y negros del Frente Sandinista llamaron “traidor” al difunto.

Aunque, más que silencios, el presidente ejecuta acciones de apoyo a Ortega sin parangón en la diplomacia internacional, como en septiembre de 2021, cuando quitó al embajador en Managua porque retuiteó un mensaje del escritor Sergio Ramírez.

Acérrimo opositor a Ortega, el autor de Margarita, esta linda la mar, tuiteó: “Soy un hombre libre… mis únicas armas son la palabras y nunca me impondrán el silencio”; y el embajador, Gustavo Cabrera le dio retuiteó, lo cual bastó que fuera removido ipso facto.

El presidente encabezó un boicot contra la pasada Cumbre de las Américas, exigiendo la asistencia del dictador Ortega, quien días antes había cerrado las ONGs que apoyan a mujeres víctimas de la violencia y de rescate a jóvenes de las pandillas.

Y fue de los escasos jefes de Estado que mandó representante a la cuarta toma de posesión del sátrapa nicaragüense, junto con los de Bielorrusia, Cuba, Turquía, Venezuela, Vietnam, China, Corea del Norte, Irán, Rusia y Siria.

También es de los pocos del continente (con los San Vicente, Bolivia, El Salvador y Honduras) que no condena al dictador Ortega por asesinar y encarcelar opositores, periodistas y sacerdotes, cerrar universidades y cancelar ONGs.

Tampoco dijo nada, ahora que Ortega desterró a más de 200 opositores.

Seguro que no duerme.