Elecciones 2024
Elecciones 2024

Han pasado 15 años de que fueron emitidas las primeras señales de alerta. Faltaban seis meses para que concluyera el sexenio foxista y las autoridades sanitarias —a nivel nacional e internacional— coincidían en que era muy alta la probabilidad de que se produjera una nueva pandemia de influenza, antes del 2015.

Los expertos creían que la cepa AH5N1 detonaría esa pandemia. Y los escenarios proyectados entonces es que entre 30 y 40 millones de mexicanos demandarían atención médica, que habría entre 25 y 30 millones de enfermos y cerca de 2 millones de defunciones.

El plan de preparación y respuesta formulado entonces tuvo que ser dramáticamente ajustado a partir de la llegada del virus de la influenza AH1N1, a finales del invierno del 2009. Esa crisis sanitaria visibilizó el escenario catastrófico de una insuficiencia respiratoria masiva en México. Una parte del equipo que participó en esos tempranos esfuerzos actualmente trabaja para la Cuarta Transformación y —como entonces— validó un plan de contingencia que incluyó la conformación de una reserva estratégica de medicamentos y equipos técnicos.

Justo en esas definiciones, el presidente Felipe Calderón decidió poner al frente de la estrategia al entonces secretario de Hacienda, Ernesto Cordero Arroyo, quien en la primera etapa de la crisis conjuntó esfuerzos con los médicos guanajuatenses José Ángel Córdova Villalobos y Alejandro Macías, en la Secretaría de Salud; el economista Salomón Chertorivski Woldenberg, quien estaba al frente del Seguro Popular, y el abogado Mikel Arriola, en Cofepris.

El déficit de ventiladores mecánicos, se calculó entonces en un millar. Cordero Arroyo autorizó las partidas presupuestales para que Chertorivski Woldenberg y el entonces director general del IMSS, Daniel Karam, adquirieran los aparatos que serían parte de la reserva estratégica. Una tarea cuyo cumplimento era de alto grado de dificultad, por los elevados costos de adquisición y mantenimiento, pero sobre todo por los desafíos logísticos. Y entonces se cometió un error que una década después tuvo un desenlace tragicómico.

Decenas de los aparatos adquiridos por Karam y Chertorivski nunca llegaron a las unidades hospitalarias. Otros —nadie sabe con precisión cuántos— quedaron embodegados… Hasta hace 10 meses, que la administración federal emprendió una búsqueda desesperada de los dispositivos, mientras que las instituciones de salud pública y los gobiernos estatales hacían lo propio. Y es que entonces se supo que los pacientes afectados gravemente por la Covid-19 a menudo desarrollan insuficiencia respiratoria aguda hipoxémica grave, lo que requiere altos niveles de asistencia respiratoria.

Esa demanda de emergencia no pudo ser solventada a pesar de los esfuerzos de algunas instituciones —el Tecnológico de Morelia y el TecSalud, entre las más destacadas— para rehabilitar los ventiladores de función completa localizados en las unidades médicas del IMSS. Otros ya habían sido localizados por proveedores privados, reparados y revendidos… entre otros al grupo comercializador de León Manuel Bartlett Álvarez.

Pero esa es una historia. Y otra, la de los proyectos científicos seleccionados por el Conacyt para construir los ventiladores. Entre los prospectos hubo muchos con limitaciones técnicas y teóricas, pero al menos seis tenían viabilidad. Entre éstos, fueron seleccionados dos para su producción final principalmente por su costo relativamente bajo… recibieron una aprobación temprana de Cofepris, a pesar de las serias preocupaciones con respecto a sus capacidades.

Ahora que se les necesita más que nunca, nada dice la doctora María Elena Álvarez-Buylla. Tampoco, de la decisión oficial de salir a adquirir ventiladores para las unidades de cuidados intensivos, sin contemplar la compra de respiradores de función limitada con capacida de proporcionar alivio, en caso de hipoxemia aguda u obstrucción del flujo de aire.

Al comienzo de la pandemia, la escasez de ventiladores mecánicos fue una ominosa señal de lo que ocurriría posteriormente con la vacuna contra la Covid-19. Los gobiernos de los países más desarrollados no tendrían restricciones presupuestales para salir a comprar lo que ofrecieran los fabricantes de esos dispositivos, como ahora tampoco tienen medidas de austeridad que dificulten la compra de las vacunas.

En el pico de hospitalizaciones por Covid-19 desde que comenzó la pandemia, sin posibilidad de que la vigilancia epidemiológica o el distanciamiento social voluntario sean efectivos para frenar los contagios, la Cuarta Transformación sólo puede aplicar paliativos. En el corto plazo, la expansión de la capacidad hospitalaria, sin compras recientes de ventiladores mecánicos. Las 7,500 unidades adquiridas en los primeros cuatrimestres del 2020 por gestiones de Relaciones Exteriores recibieron los permisos de Aduanas y Cofepris, pero nada más. Ahora todos los recursos serán para las vacunas.

Los planes de preparación y respuesta ante una pandemia de influenza generados en el 2007 y aplicados dos años después derivaron en contratos para la compra de insumos médicos, entre ellos las vacunas. Y también, la adquisición de dos plantas —una ubicada en Cuautitlán Izcalli, la otra en Ocoyoacac— para la fabricación del ingrediente activo y el envasado del biológico, por parte de Birmex, entonces dirigida por Samuel Ponce de León Rosales.

La Secretaría de Salud requirió 30 millones de dosis y solicitó a Birmex que las consiguiera. Al amparo del contrato de suministro establecido Sanofi Pasteur se realizó ese pedido, pero por la escasez de la vacuna que privaba en esos momentos en el mercado internacional, la firma francesa únicamente podría suministrar 20 millones de dosis. El resto fueron suministradas por Grupo Glaxo.

Birmex y Sanofi, en esta pandemia, quedaron al margen… Otros son los jugadores que cubrirán el sumistro de las vacunas contra la Covid-19. ¿Y la reserva nacional de mascarillas, ventiladores, kits de prueba y otros suministros? ¿Y las plantas que la firma francesa vendió a Birmex?

En Ocoyoacac, Liomont envasará la vacuna de AstraZeneca/Oxford. Y la farmacéutica del Estado mexicano podría regresar al juego, si prospera la idea de Hugo López-Gatell y María Elena Álvarez-Buylla de fabricar un tratamiento para la enfermedad, con suero equino. Con los ventiladores hechos en México, simplemente no pudieron…

Twitter: @aguirre_alberto