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Un acuerdo entre los productores de petróleo para recortar el bombeo e impulsar los precios no debe ser visto hoy solamente como una victoria de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), sino como una derrota para el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Al presidente de Estados Unidos le gusta tratar de interferir en asuntos que no le competen. Por ejemplo, en materia comercial quiere regular las políticas internas de sus socios. Por eso está en guerra comercial con China y por eso se modificó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Quiere también meter las narices en las decisiones autónomas de la Reserva Federal de su país. Ha mostrado su arrepentimiento público de haber designado a Jerome Powell como presidente del banco central, porque se ha atrevido a tomar decisiones de política monetaria de manera independiente a los planes expansionistas del presidente Trump.

Y por supuesto que quiere también meter la mano en la válvula de producción petrolera del planeta. Quiere mantener las llaves tan abiertas como se pueda para que haya petróleo abundante que le impliquen a su país gasolinas baratas.

Su escenario ideal es uno con tasas de interés bajas, combustibles baratos, producción industrial barata y el menor número de importaciones posibles. Todo esto sin importar las consecuencias.

Por eso ahora que los países de la OPEP, junto con la poderosa Rusia, han logrado un acuerdo para recortar la producción mundial de manera combinada entre socios y no socios del cártel en 1.2 millones de barriles, el presidente estadounidense debe sentirse traicionado.

Y es que La Casa Blanca hizo lo que no habían intentado antes desde Washington, al menos no de una manera tan abierta.

Resulta que funcionarios estadounidenses, encargados de los asuntos relacionados con Irán, se reunieron, días antes de la cumbre de la OPEP, con el ministro de Energía de Arabia Saudita, Khaid al Falih, con la evidente intensión de marginar a la nación islámica de cualquier eventual acuerdo.

Trump seguramente se sentía muy seguro de su nivel de influencia entre los saudís después de haberse hecho de la vista gorda tras el asesinato en Turquía del periodista Jamal Khashoggi y todas las evidencias que apuntan al heredero de la corona Mohamed bin Salman.

El acuerdo de recorte a la producción petrolera tiene dos avales indispensables para que funcione. El de Irán socio del cártel y enemigo jurado de Estados Unidos, y de Rusia, externo a la OPEP y antagónico por naturaleza de la Unión Americana.

Con esta combinación de las 15 naciones de la OPEP, más Rusia, el acuerdo se hace creíble y se espera que sea efectivo en su aplicación durante seis meses, como se acordó.

Hay que esperar la reacción iracunda del presidente de Estados Unidos en la medida en que este acuerdo funcione.

Y en el terreno local, hay que ver si este acuerdo se mantiene en niveles más altos los precios de la mezcla mexicana. Porque vaya que el gobierno federal va a necesitar dinero para sus planes de gasto.

Y eso sí, hay que olvidar la posibilidad de que se cumpla aquella promesa de campaña del final de los gasolinazos. Hoy quizá puedan hacer entender a su fiel clientela que las gasolinas en México dependen de los precios internacionales del petróleo.