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Creo que a nadie le queda duda de que Arturo Herrera Gutiérrez, secretario de Hacienda y Crédito Público, es un hombre aprehensivo. Quedó claro el día que el presidente Andrés Manuel López Obrador lo presentó en un video casero en Palacio Nacional, tras la abrupta renuncia de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda. Esa tarde del julio veraniego, en el despacho presidencial, se veía una expresión de angustia en el flamante secretario de Hacienda, mientras su jefe se desvivía en halagos y en expectativas sobre el nuevo titular de las finanzas públicas.

Pero, así como su rostro reveló que, efectivamente, debe tener problemas de insomnio ante las presiones económicas y financieras que le genera el estilo de gobernar de la 4T, también quedó claro que Herrera es un hombre de confianza para los mercados.

A pesar de las múltiples pifias del gobierno de López Obrador, que han llevado a la desconfianza y a una constante revisión a la baja en las expectativas de crecimiento, a pesar de que pende sobre la calificación crediticia soberana una amenaza de degradación, hay estabilidad en los mercados financieros mexicanos.

Por supuesto que esto le quita el sueño al secretario Herrera. Sobre todo, porque son factores internos que deberían ser controlables para regresar a México la expectativa de tener al menos esas tasas de crecimiento que considerábamos mediocres de 2 a 3 por ciento, que hoy se antojan como un sueño difícil de alcanzar.

Y a las causas del insomnio hay que sumar todo lo que ocurre allá afuera. Desde lo cercano, como el secuestro de la ratificación del acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá (T-MEC) a manos de las intenciones demócratas de enjuiciar al presidente Trump, hasta la guerra comercial con China y la salida del Reino Unido de la Unión Europea en tan solo dos semanas más.

Y bueno, pues no es por querer espantarle el sueño al secretario Herrera, pero la agenda aparece muy cargada en las semanas por venir y no son pocos los datos y los hechos que se prevén que pudieran alejar más las expectativas de un mejor desempeño de la economía mexicana.

De entrada, el paquete económico que discute el Congreso deberá reflejar la realidad de la desaceleración local y mundial para no convertirse en una bomba de tiempo financiera para el país. Para ello se requiere la instrucción presidencial.

Mañana habrá datos del sector manufacturero que no parecen muy halagüeños, la próxima semana podrían echarse una siestecita con los datos inflacionarios de la primera quincena de octubre, si no fuera porque ese mismo día el Inegi también publica el Indicador Global de la Actividad Económica de agosto y está para esperarlo con el ojo pelón.

Y después se acercarán las fiestas de los muertos con sus espantos de fin de mes: la primera lectura del Producto Interno Bruto del tercer trimestre y su previsible cercanía al cero crecimiento y de paso, el Halloween que desde la Gran Bretaña podría darnos el susto de un Brexit sin acuerdo.

Así, mientras los populistas del gobierno duermen requetebién, porque no le ven la complicación económica por ningún lado, el secretario Herrera y su equipo, que sí saben de estos menesteres, siguen ligando noche tras noche sin poder pegar el ojo.

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