Elecciones 2024
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Ha sido tan apabullante el tema de la famosa consulta del aeropuerto, que otros asuntos han pasado inadvertidos y algunos son más preocupantes.

Desde quiénes serán los encargados de la elaboración de la lista de los futuros amnistiados, que será como poner la iglesia en manos de Lutero, hasta anunciar el final de la exportación de petróleo, que equivale a darle santa sepultura a la gallina de los huevos de oro.

Y es que mientras mantenemos la atención puesta en cómo el próximo gobierno tiene ganas de autoinfringirse daño en la confianza con la posible cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, el propio presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, nos anuncia su plan de dejar de exportar petróleo crudo para extraer sólo lo necesario para el autoconsumo.

Este periodo de transición ha tenido la complejidad de la convivencia de dos caras, una con el discurso en la plaza pública, la arenga de mitin, contra la otra de una necesaria actitud de gobernante, donde prive la sensatez.

El problema es que hay temas, como el de la construcción del aeropuerto, que se exportó de la consigna de campaña, a las acciones de gobierno con una consulta que carece de lógica y de legalidad para ser vinculante.

Hasta ahora, aquello de dejar de exportar petróleo queda en el discurso ante los seguidores tabasqueños, que son los paisanos y son de los más agradecidos, porque entre otras cosas les van a exentar sus millonarios adeudos del recibo de la luz.

Pero si realmente el presidente electo López Obrador quiere llevar a la ejecución su plan del autoconsumo petrolero, debería primero echarle un vistazo a los números presupuestales.

De acuerdo con el más reciente reporte de las finanzas públicas, los ingresos por exportación de petróleo significaron 650,343 millones de pesos durante los primeros ocho meses del año y, la verdad, es mucho dinero que difícilmente se podría cubrir con la demanda interna, incluso si se logra el sueño de dejar de importar gasolinas.

Y si va en serio aquello de la responsabilidad macroeconómica, esa falta de ingresos tendría que cubrirse de alguna manera.

No será con recortes al gasto, porque la larga lista de planes que tiene el siguiente gobierno implica un reto para las finanzas públicas por sí misma.

Y si optan por la vía de los ingresos tributarios, estaríamos hablando de una reforma fiscal con tal carga de impuestos que seguro no lo contemplaría ni el más salvaje de los sueños neoliberales.

Además, hay una reforma energética en marcha en donde los capitales privados que ya se invirtieron y se arriesgan en la exploración y explotación de hidrocarburos no están ahí para chiquitear su producción sólo para el autoconsumo de un país emergente.

Los populistas de los 70 y 80 cometieron el error de querer financiar sus utopías con la exportación de petróleo. Pretender cerrar ese importante mercado de exportación mexicano puede ser también un error de dimensiones críticas para el país.

Eso es algo que se arengó en la plaza pública y esperemos que ahí se quede.

La transición ha sido un proceso de aprendizaje para todos. De los que van a gobernar, para entender la siempre terca realidad, y de los gobernados, para dimensionar los alcances reales de la que llaman cuarta transformación.