Es lógico que Napoleón Gómez Urrutia no quiera telegrafiar sus movimientos. Decía el genial Meme Garza que los viejos cuentan lo que hicieron y los pendejos lo que van a hacer. Y él no es lo uno ni lo otro. Pero había que preguntarle si el inminente regreso a México significaría también su renuncia al … Continued
Es lógico que Napoleón Gómez Urrutia no quiera telegrafiar sus movimientos. Decía el genial Meme Garza que los viejos cuentan lo que hicieron y los pendejos lo que van a hacer. Y él no es lo uno ni lo otro.
Pero había que preguntarle si el inminente regreso a México significaría también su renuncia al liderazgo del sindicato nacional minero, después de los ocho años y medio en Canadá. Se tomó unos segundos para barnizar la respuesta con los argumentos de que son los trabajadores quienes lo mantienen en la secretaría general (“Me han reelecto seis veces por unanimidad sin estar presente”) y decirme que no, que seguirá siendo el jefe.
Era palpable su brío y buen humor en la conversación de ayer, luego de que el viernes se conociera que un Tribunal Colegiado lo absolvía penalmente de la supuesta defraudación de 55 millones de dólares en un fondo de los mineros. Sin embargo, no se animó a ofrecer una fecha de vuelta. Dijo a lo más que trabajará dos o tres semanas en Canadá con sus abogados, y que a partir de esas sesiones tomarán la decisión. Enfatizó, eso sí, que vendrá y residirá en la Ciudad de México.
Y como para prefigurar los años que esperan al sector cuando esté en el territorio nacional, Napoleón fue despiadado con Grupo México, “causante en los ríos de Sonora del peor desastre ecológico en la historia de la minería”.
Nadie le devolverá los ocho años y medio en el exilio, está claro. Pero si alguien pensó que el exilio lo derrotaría, eliminaría, fracasó. No solo eso: por lo visto, Napoleón regresará a tambor batiente.