Elecciones 2024
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Llevamos apenas 56 días del 2020 y este periodo nos basta para saber que este año será muy diferente al 2019. De cara a las protestas, AMLO ha demostrado falta de empatía para procesar el problema en toda su complejidad.

El dato del PIB en el 2019 es malo como el pan duro. La economía cayó 0.14 por ciento. Con este número no podemos alimentar el optimismo, entre otras cosas porque el 2020 viene muy complicado. Las protestas por los feminicidios y las manifestaciones por el asesinato de los estudiantes en Puebla nos avisan del riesgo de que este año esté marcado por la crispación social en México. Tenemos, también, el coronavirus. Esta epidemia introduce un factor de incertidumbre y volatilidad global que no terminamos de comprender. No sabemos cuánto durará ni de qué tamaño será la afectación que produzca en México. Por lo pronto, ya tumbó 18.38% los precios de la mezcla mexicana del petróleo y le ha quitado casi 50 centavos al tipo de cambio del peso frente al dólar en una semana.

Crispación social y nubes negras del exterior. Estas dos cosas no existieron para México en el año 2019. Hay que recordar que, el año pasado, los planetas se alinearon para que del exterior llegaran buenas cosas para México: Estados Unidos registró un robusto crecimiento del Producto Interno Bruto y, en contra de lo que se esperaba al principio del año, la Fed bajó las tasas de interés. La tensión comercial del tío Sam con China ayudó a México a consolidarse como principal socio comercial de Estados Unidos y nos permitió atraer inversiones que en otros momentos irían a China.

Crispación social. En el 2019, México vivió un año político muy intenso, en un contexto de tranquilidad en las plazas públicas. Esto contrasta con lo que pasó en otros lugares, 19 países vivieron jornadas de protestas que alteraron su vida política y abollaron sus expectativas económicas. En América Latina, la gran sorpresa fue Chile. El país andino pasó de ser ejemplo regional a fuente de dudas sobre su modelo económico y social.

Llevamos apenas 56 días del año 2020 y este periodo nos basta para saber que este año será muy diferente al 2019. Las plazas públicas mexicanas se han encendido y no hay indicios de que se vayan a apagar pronto. La falta de resultados en el combate a la inseguridad ha movilizado a amplios sectores de la sociedad. De cara a las protestas, López Obrador ha demostrado falta de empatía para procesar el problema en toda su complejidad.

En lo externo, lo mejor que ha pasado es la aprobación del T-MEC por el Congreso de Estados Unidos. Esto fue el 16 de enero y no dio tiempo de celebrarlo porque un día después el coronavirus se volvió un tema global de conversación. En un primer momento se consideraba como un problema de China que impactaba al mundo por la importancia del dragón como segunda economía del orbe y por su papel en el mercado mundial de materias primas: primer comprador global de petróleo y metales como hierro y cobre. En cinco semanas, se ha convertido en otra cosa. Está en más de 30 países y ha cobrado alrededor de 2,800 vidas. Estamos ante una posible pandemia, advierte la OMS. La economía está en alerta. Hay grandes afectaciones en el sector turismo y riesgos para las cadenas de manufactura global. A menos de que ocurra un milagro, en las próximas semanas estaremos hablando de paros en la producción en algunas industrias mexicanas que están muy integradas a esquemas globales de producción, automotriz y electrónica, por ejemplo.

Alfonso Romo y Arturo Herrera trabajan a marchas forzadas para implementar un plan de reactivación económica. Suena bien porque México lo necesita. Una pregunta para ellos: ¿cómo se blinda el plan contra la crispación social y los coletazos del coronavirus?