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Hace tiempo que los derechos de las mujeres son considerados un indicador civilizatorio. Una sociedad es tan civilizada como el trato que da a sus mujeres y a sus niños.

Quizá el gran cambio moral y de costumbres del siglo anterior haya venido con las conquistas del feminismo en todas sus variantes.

Me gustaría pensar, por la intensidad de la protesta y por la horizontalidad de las demandas de las mujeres de México, que estamos aquí en el principio de una “revolución moral”.

Uso la expresión en el sentido que le da el filósofo anglo africano Kwame Anthony Apiah, en su libro Honor Code. How Moral Revolutions Happen?Apiah se refiere a cambios relativamente rápidos que se ciernen de pronto sobre costumbres o valores que parecían inamovibles o ancestrales.

Cité el libro de Apiah en este espacio hace 10 años (11/2/2010). Estudia las revoluciones morales que pusieron fin a la tolerancia frente a la esclavitud en Estados Unidos, frente al duelo en Inglaterra o frente a la práctica china de lisiar con moldes los pies de las niñas para que conservaran su tamaño infantil.

Lo extraño de estos cambios es que todos los argumentos contra las barbaridades referidas eran conocidos y compartidos ampliamente, en sus sociedades, pero no bajaban de la discusión a la conducta.

¿Qué las hizo bajar?  En un sentido muy específico, dice Apiah, las hizo bajar la vergüenza. Hechos particularmente escandalosos de aquellas costumbres bárbaras y aquellas prácticas discriminatorias, empezaron a comprometer el orgullo nacional de las sociedades practicantes. Empezaron a darles vergüenza.

Algo así sucede en México con las manifestaciones femeninas que ocupan las calles y con las historias de horror antifemeninas que ocupan la prensa.En los casos estudiados por Apiah, un poderoso afluente de la vergüenza fue la mirada externa, la denuncia internacional de las costumbres en juego.

La intensidad, la rebeldía, la intolerancia al abuso y a la impunidad, la energía que hay en la protesta de las mujeres del México de hoy, tiene los ingredientes de una revolución moral.

Increíble que un gobierno que habla tanto de transformar, no advierta los alcances transformadores, civilizatorios, del cambio que exigen las mujeres mexicanas.