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La economía mexicana muy probablemente concluya el 2018 con un crecimiento apenas por arriba de 2%, cifra muy similar a 2.0% del 2017 y en línea con el consenso de expectativas de principios del 2018 que se ubicaba en 2.2 por ciento. Esta cifra es mediocre dada la aceleración en el crecimiento económico a nivel global y en particular de Estados Unidos observado durante el 2018.

A pesar de este mejor entorno global, el crecimiento económico en México fue afectado por factores como el continuo declive de la producción de petróleo, una desaceleración en el consumo y un anémico desempeño de la inversión pública y, en menor grado, de la privada.

La inversión y el gasto público fueron recortados debido al plan para reducir la deuda pública como porcentaje del PIB, mientras que la inversión privada fue afectada por incertidumbre en torno a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la elección presidencial y un endurecimiento en las condiciones financieras a nivel global. Asimismo, la economía mexicana enfrentó una política monetaria restrictiva en la que Banxico ha incrementado la tasa de interés en 5.25 puntos porcentuales desde que comenzó su ciclo de alzas a finales del 2015.

A pesar del repunte inflacionario observado entre el 2017 y el 2018, las tasas de interés en términos reales se encuentran en su nivel más alto en la última década.

Esto no es una crítica a Banxico ya que el banco central ha actuado de manera diligente para contener los impactos de segunda ronda derivados de la depreciación del tipo de cambio, los aumentos en los precios de las gasolinas y los incrementos salariales.

Banxico ha hecho un buen trabajo limitando la contaminación de las expectativas de inflación de mediano y largo plazos y una disminución importante en la inflación general y subyacente durante la primera mitad del 2018.

Sin embargo, la inflación detuvo su tendencia a la baja durante la segunda mitad del año pasado. Aunque algunos de los principales factores de incertidumbre del 2018 —como la renegociación del TLCAN y la elección presidencial— han sido superados, la economía mexicana enfrenta un entorno más complicado en el 2019.

El consenso de expectativas apunta hacia una desaceleración en el crecimiento —de 2.1% en el 2018 a 1.8% en el 2019.

Aunque el consenso se ubica en 1.8%, el rango de proyecciones va de 1.0 a 2.1%, lo cual refleja que el balance de riesgos es hacia la baja.

Los riesgos principales se pueden clasificar en externos e internos. En el lado externo, la economía global, y en especial la de Estados Unidos, se está desacelerando.

Asimismo, las condiciones financieras a nivel global se han endurecido y, aunque el dólar ha cedido terreno, los mercados emergentes siguen siendo vulnerables a un endurecimiento de las tensiones comerciales a nivel internacional.

Por lo que respecta a la parte interna, el cambio de régimen en nuestro país ha generado incertidumbre sobre el rumbo futuro de la política económica.

Aunque la nueva administración se ha cansado de reiterar su compromiso con la estabilidad macroeconómica y financiera, la forma heterodoxa en la que se han justificado ciertas decisiones —entre las que destaca la cancelación del aeropuerto— en las que se ha priorizado lo político sobre la lógica económica, ha generado algunas dudas sobre dicho compromiso.

Del mismo modo, la curva de aprendizaje para una nueva administración suele traducirse en un lento desplazamiento de la inversión y el gasto público y retrasos en la recuperación de IVA para las empresas.

Aunque las cuentas externas y las razones de endeudamiento público se mantienen sanas, la economía mexicana podría tener un crecimiento más cercano a 1 que 2% en el 2019.