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En Estados Unidos, de todas las personas que han perdido su empleo como consecuencia de la pandemia del Covid-19, al menos 20 millones reciben un subsidio por desempleo. Ochenta millones de ciudadanos de ese país debieron recibir en promedio 1,200 dólares por parte del gobierno federal para paliar los efectos de la crisis.

Ese país que, a la par del mundo enfrenta la peor recesión en casi un siglo, es el que hoy muestra gráficas de recuperación en forma de “V”.

En México, donde el presidente asegura que los créditos hipotecarios son equivalentes a generar empleos, tal recuperación automática parece simplemente descartada.

Las ventas minoristas en Estados Unidos tuvieron un impresionante rebote de 17.7% durante mayo pasado, después del derrumbe de 20% de abril y una caída en marzo de 8.2 por ciento. En el acumulado, el indicador de ventas al por menor marca una contracción en términos anuales de 6.1 por ciento.

Sí, es un dato negativo, pero es un rebote impactante si tomamos en cuenta que todavía durante mayo pasado se mantenían las medidas de confinamiento en buena parte del territorio estadounidense.

Las ventas de ropa subieron 188% en mayo pasado, los electrónicos 50% y los autos 44 por ciento. Eso es lo que hace una sociedad que pudo conservar durante los peores momentos de la pandemia un poder de compra.

La producción industrial estadounidense apenas y frenó su caída. Como sea, ese aumento de 1.4% en mayo en ese indicador no puede ser sino una buena noticia.

Claro que no hay comparación posible con el poder de recuperación que tiene ese país que tiene en exclusiva la máquina para imprimir dólares, contra las posibilidades que tiene una economía emergente como la mexicana.

Pero donde sí hay comparación es en la estrategia de un gobierno, así sea el de Donald Trump, de mantener la maquinaria en movimiento. De que los trabajadores desocupados tengan un ingreso y que con ello mantengan su estatus de consumidores.

En México, los trabajadores y sus familias quedaron a su suerte. Aquí, la política es creer que repartir subsidios es mejor que un trabajo en Ford Motor Company. Así, difícilmente se puede aspirar a una pronta y robusta recuperación.

Y si bien México no tiene ese poder de recuperación de Estados Unidos, tampoco tendrá la oportunidad de aprovechar ese impulso de mejora económica del norte para colgarse de él.

México solía ser el cabús de la locomotora estadounidense, pero lleva ya al menos una década en que se ha desligado el comportamiento industrial mexicano de los resultados estadounidenses de su sector secundario.

Y con las políticas contemplativas y de decálogos de moral y buena alimentación difícilmente se podrá volver a encadenar la economía mexicana con la estadounidense.

Quizá lo único que alivie un poco a la 4T, con los buenos resultados económicos de Estados Unidos, es que, si se sostiene la recuperación vigorosa de esa economía, Donald Trump tiene mayores posibilidades de lograr la reelección. Porque no hay duda que para el gobierno de López Obrador, ese es su candidato.