Tenemos una crisis que oscurece el panorama mundial de cara al cierre del 2023 y para el 2024. El impacto no será tan severo como el que generó la invasión a Ucrania
Cuando se escribe de guerra, lo más importante es describir los escombros, los heridos, los muertos y la alteración de las vidas de los que están ahí… todo lo demás es una forma de distracción que puede ser peligrosa o superficial, decía la escritora estadounidense Susan Sontag. La señora tenía razón cuando vivía. Sigue teniendo razón ahora, que tenemos ante nuestros ojos los horrores de la guerra.
Consciente de eso, escribo sobre el impacto económico de la crisis que desató el ataque de Hamás a Israel. Mientras escribo con cifras, veo los videos del ataque de Hamás y las imágenes de los bombardeos israelíes en la franja de Gaza. Entro en materia: el petróleo subió hasta 5%, un día después del primer ataque y luego moderó sus alzas. Las acciones de empresas de aerolíneas bajaron en promedio 2.6%, mientras los inversionistas ponderan el costo que la incertidumbre traerá en la región que más está creciendo en turismo.
El índice que mide las acciones de las empresas de Defensa y Aeroespacial tuvo su mejor jornada en todo el año, subió 5.6%. Ahí están empresas como Northrop; General Dynamics y Lockheed Martin. Habían tenido un año relativamente malo, luego de un gran 2022 cuando fueron impulsadas por la invasión de Rusia a Ucrania.
El tipo de cambio del peso frente al dólar se depreció el lunes porque encontró otro argumento para extender su racha de volatilidad el lunes. En la jornada del martes tuvo una recuperación significativa, en respuesta a algo que no tiene que ver con la tensión en Israel y Palestina: el FMI ratifica su diagnóstico positivo de la economía mexicana para el cierre del 2023.
Es muy pronto para evaluar cómo afectará a la economía mundial esta crisis. Para México, por lo pronto no hay una afectación directa, porque estamos lejos (12,400 kilómetros entre CDMX y Tel Aviv) y porque tenemos una relación económica relativamente pequeña con Israel. Les vendemos autos, teléfonos móviles y algunos dispositivos electrónicos. Les compramos medicinas, equipos médicos y soluciones tecnológicas.
Israel vive su 11-S y se rompe el frágil equilibrio que había en el Medio Oriente. El mundo mira con preocupación lo que ocurre. Decir que es pronto para valorar los efectos es otra forma de decir que nos falta conocer la respuesta a algunas preguntas: ¿cuánto tiempo durará? ¿se extenderá hasta convertirse en un conflicto regional? ¿qué pasará con Irán, a quien se identifica como “patrocinador” de Hamás y Hezbolla?
Los incrementos al precio del petróleo fueron significativos en un primer momento, pero se moderaron. No rompieron la barrera de los 90 dólares por barril, en las variedades Brent y WTI. Si pasara de los 90 dólares, se agravaría el riesgo de un rebote inflacionario en todo el mundo. Esto complicaría el ansiado aterrizaje suave de las grandes economías del mundo y colocaría al mundo en riesgo de entrar en estanflación: crecimiento cercano a cero o negativo combinado con inflación por encima de los niveles deseables.
Los riesgos están contenidos, mientras el conflicto no se desborde. Con esto quiero decir que escale e incluya a otros países, por ejemplo Irán. Este país es un enemigo jurado de Israel y lleva años construyendo capacidad militar. El Estado islámico de Irán es un productor importante de petróleo, alrededor de 3.15 millones de barriles diarios. Este volumen no alcanza para dislocar el mercado mundial del petróleo, porque la producción mundial es un poco superior a los 100 millones de barriles diarios.
La capacidad disruptiva de Irán radica en el control que tiene del Estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% del petróleo que se comercializa en el mundo. Este estrecho, que tiene un anchura menor a 100 kilómetros, es la puerta de salida marítima del Golfo Pérsico. Administrativamente, depende de Irán, Omán y los Emiratos Árabes Unidos. En la práctica, la llave la tiene Irán.
Tenemos una crisis que oscurece el panorama mundial de cara al cierre del 2023 y para el 2024. El impacto no será tan severo como el que generó la invasión a Ucrania, porque lo ocurrido el año pasado afectó el abasto mundial de cereales, fertilizantes, gas y petróleo. “Es una tragedia humanitaria y un choque económico que no necesitamos”, dijo el presidente del Banco Mundial, Ajay Banga. Rara forma de decirlo, ¿Quién necesita una crisis humanitaria? Don Ajay: si encuentra otra forma de decirlo, hágalo. Please.