En estos días, la nota es que registró pérdidas de 563 millones de pesos en el segundo trimestre
El Banco del Bienestar era uno de los proyectos más ambiciosos de la 4T en el sector financiero, en cierto sentido sigue siendo, ¿debemos evaluarlo por lo que eran sus intenciones o por lo que ha conseguido? Tiene cinco años de vida y más de 2,000 sucursales, una de las tres redes más grandes del país. Atiende a millones de beneficiarios de programas sociales, aunque todavía no ha encontrado la forma de hacerlo de manera eficiente, porque el tiempo de espera puede llegar a ser de dos, tres o cuatro horas. En su corta vida, esta institución ha producido más decepciones que grandes resultados.
En estos días, la nota es que registró pérdidas de 563 millones de pesos en el segundo trimestre. No sería de llamar la atención, si ese periodo no hubiera sido un momento tan extraordinario para la banca privada en términos de ganancias. Entre enero y mayo del 2023, los bancos que operan en México ganaron 114,000 millones de pesos, la mayor cifra en toda la historia. Esos niveles de ganancias llevaron al presidente a expresar sus ganas de que el Gobierno se quedara con Banamex. Si así fuera, ¿operaría como Banorte, BBVA, Santander o como el Banco del Bienestar?
Este banco nació lleno de buenas intenciones. El objetivo era ofrecer servicios para millones de personas a las que no atiende la banca, hacer cobertura en los lugares más marginados y ser el vehículo a través del cual el Gobierno distribuiría los cuantiosos recursos de los programas sociales. En un principio se dijo que tendría hasta 7,000 sucursales y surgió uno de los primeros cuestionamientos: por qué apostar por sucursales físicas en un momento en el que el mundo está resolviendo la atención de sus nuevos clientes, a través de modelos híbridos en los que predomina el uso del teléfono u otros dispositivos electrónicos.
El primer flashazo de publicidad no requerida para este banco vino a principios del sexenio con la adquisición de 8,000 cajeros automáticos. Una operación valorada en 10,800 millones de pesos que se asignaron sin un concurso abierto entre proveedores. Hubo tantas anomalías que se canceló la compra. Le costó la chamba al primer director del banco.
Más allá de las anécdotas de esta compra de cajeros, quedó claro que uno de los puntos débiles del Banco del Bienestar estaba o está en su forma de comprar. Nueve de cada 10 pesos de sus compras se hacen a través de asignaciones directas, de acuerdo a un trabajo del IMCO. Con tantas compras directas, las cosas quizá se ejecutan más rápido, pero se incrementa el riesgo de corrupción e ineficiencias.
No todos los escándalos del Banco del Bienestar han estado relacionados con las compras. Hay denuncias de robo hormiga a los clientes que el presidente descalifica como parte de una campaña de desprestigio contra la institución: los bancos están molestos porque les quitamos el negocio de dispersión de los recursos, dijo AMLO, a manera de explicación. Quizá tenga razón, pero es claro que a los bancos privados ese pellizco no les ha hecho daño. Nunca habían ganado tanto. Hablando de robos, algo raro ha pasado con los asaltos a las sucursales de este banco. Iban 194 y contando, un robo por cada 11 sucursales, pero la información sobre esos asaltos se ha convertido en reservada.
El Banco del Bienestar estaba proyectado para ser un jugador importante en el mercado de las remesas. No fue así. Esta tarea, desde el Gobierno, corresponde ahora a Financiera del Bienestar (que antes eran las oficinas de Telecomm). En columnas periodísticas, se especuló mucho de que la salida del Banco de Bienestar de ese mercado tenía que ver con operaciones de lavado de dinero y envíos de dinero a Venezuela. Nada de eso se pudo confirmar. Lo que sí es un hecho es que nunca pudo despegar como actor relevante en las remesas. Nunca llegó a 5% del total. Quizá había buenas intenciones, pero faltó estrategia o algo más.
¿Tiene futuro el Banco del Bienestar? La necesidad de atender a los olvidados de la Banca sigue ahí, aunque cada vez hay más empresas que cumplen esa función, con eficiencia y a precios razonables. Queda el reto de dispersar los miles de millones de pesos de los programas sociales. ¿Podrá hacerlo igual o mejor que lo hacen los privados? Los beneficiarios lo necesitan. Son millones de personas y lo merecen. ¿Podrá hacerlo sin perder dinero? Entre abril y junio, perdió 6.2 millones de pesos diarios.