No está claro cómo se hace el cálculo del 26% del PIB global que estamos perdiendo, pero basta decir que es un monto equivalente a la suma de las economías de Estados Unidos y China
Aquí va otra prueba de que somos irracionales: al paso que vamos, se necesitarán más de 50 años para lograr que las mujeres tengan los mismos derechos económicos que los hombres en todo el mundo. Esto es un problema ético, estético y económico. Está mal y es horrible, pero además, cuesta carísimo. Si se lograra la equidad laboral plena, la economía mundial crecería 26%, pero se está frenando el ritmo de las reformas para lograr esa equidad. De acuerdo con un reporte del Banco Mundial, el 2022 fue el año con menos cambios en los marcos legales del mundo en favor de la equidad en lo que va del siglo 21.
Lo anterior puede sonar algo abstracto, pero es dolorosamente concreto. Los cambios legales a los que el Banco Mundial hace referencia incluyen todo tipo de “reparaciones” de una maquinaria que no funciona: sancionar el acoso sexual en los lugares de trabajo; evitar despidos por embarazo; otorgar permisos de maternidad a las mujeres y de paternidad a los hombres; clarificar las reglas para recibir una pensión, luego de una vida de trabajo; dar certeza a las mujeres que el dinero de su salario no será “expropiado” por alguno de los hombres de la casa; sancionar la discriminación relacionada con el acceso a un puesto de trabajo o en la selección de candidatas para un ascenso o promoción…
No está claro cómo se hace el cálculo del 26% del PIB global que estamos perdiendo, pero basta decir que es un monto equivalente a la suma de las economías de Estados Unidos y China. Es un estimado de todo lo que podrían generar los cientos de millones de mujeres que no pueden trabajar o emprender, debido a barreras sociales, culturales o legales.
Para el caso de México, la OCDE estimó que la economía podría crecer entre 1.5 y 2% más, si se cerrara la brecha de participación económica entre hombres y mujeres. ¿Qué quiere decir esto? En México, alrededor de 45% de las mujeres en edad de trabajar participan en el mercado laboral, comparado con 75% de hombres. Para pasar de 45% hasta 75% se necesitaría sumar a casi diez millones de mujeres a actividades productivas y remuneradas.
Dije remuneradas y deberíamos decir bien remuneradas. Las mujeres son minoría cuando se trata de trabajo bien pagado y mayoría, en el caso de los trabajos no remunerados. Están sobrerrepresentadas, además, en actividades de baja productividad, como la agricultura y las artesanías.La desigualdad es patente en cada uno de los escalones. Podemos hablar también de la mayor tasa de informalidad de la población femenina en la base de la pirámide y de las dificultades para romper el techo de cristal. Por cada mujer en consejos de administración de empresas, hay nueve hombres.
México no tiene un sistema nacional de cuidados. Las mujeres compensan esta carencia desempeñando en los hogares algunas tareas que son vitales, pero casi nunca están remuneradas: atención de adultos mayores, bebés, niños y enfermos. Estas tareas son fundamentales para mantener la cohesión familiar y social. Sirven para que la economía funcione, pero no tienen una contraprestación económica. Cientos de miles de mujeres en México les dedican más de 50 horas a la semana, de acuerdo con cifras del INEGI. No está fácil sustituirlas, pero es necesario encontrar el modo. Si tuviéramos que implementar una sola medida para detonar mayor participación de las mujeres en la economía, esta medida sería crear una red de guarderías, en el contexto del desarrollo de un sistema nacional de cuidados, explicaba un trabajo del IMCO.
La igualdad de oportunidades económicas es uno de los mayores retos de nuestra sociedad. Un amplio estudio del Instituto Global Mc Kinsey llama la atención sobre tareas pendientes en esta larga marcha: generar servicios esenciales que proporcionan oportunidades, por ejemplo educación y acceso a la tecnología; otorgar protección legal y representación política y voz en asuntos públicos; garantizar seguridad física y autonomía financiera.
¿Cómo le hacemos para ir más rápido? ¿Qué le toca a los políticos y a las políticas públicas? ¿Qué papel deben jugar las empresas y los empresarios? ¿Dónde ponemos la responsabilidad de los padres y madres? ¿Qué hacemos con el sistema educativo?