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Seguro que a estas horas los integrantes de la Junta de Gobierno del Banco de México deben estar haciendo todos los cálculos posibles para poder anticipar si el aumento anunciado al salario mínimo, de 20% para el 2020, podría afectar o no la evolución inflacionaria. Y lo deben hacer ya, porque mañana anuncian su decisión de política monetaria.

Este incremento no es aislado y tiene un efecto cascada en otras percepciones que son superiores al mínimo. Y de paso en otros precios que sigan indizados a este indicador y no a la Unidad de Medida y Actualización.

El Banco de México debe analizar dónde tendrá impacto este nuevo incremento sustancial del salario mínimo en términos financieros.

La caída en la demanda agregada se ha convertido en un dique para la inflación que junto con la política monetaria aplicada por el banco central han permitido que se cumpla con la meta inflacionaria establecida en torno a 3% anual.

Si bien la economía tiene un consumo restringido por el estancamiento económico, este incremento en el salario mínimo podía tener efectos inflacionarios dirigidos a cierto tipo de productos de consumo. Así, aunque no tenga efectos generales en la inflación, ante la falta de una expansión económica, este aumento al minisalario puede tener un impacto en productos específicos que desaten una burbuja inflacionaria.

El problema es que este incremento salarial no llega de la mano de un aumento en la productividad. Son ya dos años consecutivos de incrementos en el salario mínimo que no se reflejan en un incremento de la productividad y esto aumenta los costos.

Si una empresa no vende y no puede subir los precios ante la baja demanda, lo que sigue es restringir su producción con el consecuente ahorro de costos que ello implica. Para una empresa la mano de obra es un costo que se ve obligada a recortar.

Así que, entre hoy y mañana, los banqueros centrales mexicanos deben incorporar a su análisis de política monetaria este aumento al salario mínimo que puede presionar algunos precios y de paso ralentizar más la economía por su impacto en los costos de producción.

De ahí que, en su decisión de política monetaria y en su comunicado, el Banco de México debe reflejar lo que implica esta política salarial de la 4T y advertir con claridad sus riesgos.

En este 2019, la rápida baja en los niveles inflacionarios contrarrestó cualquier efecto en precios del aumento al salario mínimo. Pero habrá que ver hasta dónde este costo adicional en la mano de obra afectó al mercado laboral, que claramente tuvo una desaceleración en la creación de nuevas plazas de trabajo.

Y, sobre todo, mantener por segundo año consecutivo una política de expansión de la masa salarial por decreto puede implicar un aumento de la incertidumbre para el 2020.

El populismo salarial es una de las manifestaciones políticas que más votos y aplausos puede dejar en el corto plazo. Y es que es muy difícil explicar a la opinión pública que los aumentos arbitrarios en los ingresos de los trabajadores pueden acabar por afectar más a los propios trabajadores si éstos desatan la inflación o el desempleo.