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El consenso de especialistas está cada vez más convencido de que la economía global logrará un aterrizaje suave o soft landing. En algunos países, como Estados Unidos, se sigue hablando de la posibilidad de un escenario de no landing ante la resistencia de la actividad económica y el empleo.

El hecho de que la economía global, y en especial la de Estados Unidos, desafiaran todos los pronósticos de recesión en el entorno de política monetaria más restrictiva de los últimos 15 años, ha dado pie a un mayor optimismo por parte de los especialistas.

De acuerdo con la encuesta trimestral más reciente del Wall Street Journal, la probabilidad de recesión en Estados Unidos bajó de 61% en la encuesta de julio del año pasado a 39% en la de enero de este año.

Tomando en cuenta la fortaleza de los datos de actividad económica y empleo en lo que va del año, es altamente probable que los pronósticos de recesión vuelvan a bajar en la siguiente edición de la encuesta.

Sin embargo, el caso de Estados Unidos es diferente al de otras economías. Si bien es cierto que la Fed se embarcó en su ciclo más agresivo de alzas en la tasa de los últimos 30 años, la administración Biden mantuvo una política fiscal muy expansiva con el déficit fiscal como porcentaje del PIB aumentando de 5.4% en el 2022 a 6.3% en el 2023.

De hecho, el déficit fiscal del 2023 es el más alto para una economía en ciclo de expansión registrado en 50 años. Es decir, la política fiscal fue sumamente procíclica ya que este nivel de estímulo fiscal normalmente se reserva para momentos en los que la economía está en recesión.

Aunque la administración Biden pretende reducir el déficit para este 2024 a 5.4% del PIB, la política fiscal sigue estando claramente en territorio de expansión.

Sin embargo, la gran mayoría de las grandes economías son más vulnerables a una desaceleración. Un claro ejemplo es China, en donde las políticas gubernamentales y los altos niveles de endeudamiento han provocado una crisis de confianza en el sector privado con consecuencias muy negativas para el crecimiento económico.

El esperado rebote post-Covid de la economía china perdió fuerza casi de inicio y no se ve como China pueda evitar una desaceleración importante. Aunque la mayoría de los expertos esperan un nuevo programa de estímulos fiscales y monetarios, el impacto podría ser limitado considerando el ambiente de negocios actual, caracterizado por un creciente involucramiento del gobierno en un número cada vez mayor de sectores.

En Europa, la actividad económica presentó una desaceleración importante en el 2023 pero evitó una recesión. Sin embargo, Europa se benefició de un invierno suave y de un comportamiento favorable de los precios de los commodities energéticos.

Un alza en los precios de los energéticos podría resultar en una profundización de la fuerte desaceleración que inició en el 2023 para la economía alemana. Un entorno de crecimiento global en desaceleración, especialmente en China, podría limitar el dinamismo de las exportaciones, principal motor de crecimiento de la economía alemana.

Por otra parte, Japón registró una inesperada contracción durante el cuarto trimestre del año pasado. El PIB se contrajo 0.4% a tasa anual y de 0.1% con respecto al tercer trimestre del 2023. Dado que el crecimiento para el tercer trimestre del 2023 también fue negativo, Japón podría hilar tres trimestres consecutivos en contracción, lo cual representa una recesión.

A pesar de que la inflación lleva 15 meses consecutivos por arriba de la meta del banco central de Japón, la tasa de interés de referencia se mantiene en territorio negativo. No obstante, el consumo se ha visto afectado por las presiones inflacionarias.

Aunque el consenso para la economía global sigue siendo uno de soft landing, esta percepción está altamente influida por la resiliencia de la economía estadounidense, mientras que el resto de las grandes economías desarrolladas (Europa y Japón) enfrentan ya una amenaza de recesión y la segunda economía más grande del mundo, China, ha decidido privilegiar su agenda política y asumir el costo de un menor crecimiento económico en el corto plazo.