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En las ediciones de Sin Fronteras del 22 y 27 de julio y del 24 de agosto analizamos el tema del repunte inflacionario en Estados Unidos y el intenso debate sobre el carácter transitorio de dicho brote.

En aquel entonces concluimos que, a pesar de la narrativa de la Fed, las presiones inflacionarias podrían tender a ser menos transitorias y más pronunciadas de lo anticipado.

En la edición del pasado 18 de noviembre reiteramos esta tesis, reconociendo que el origen de las principales presiones inflacionarias estaba en el choque de oferta provocado por disrupciones en las cadenas de suministro globales pero resaltando que dichas presiones transitorias corrían el riesgo de adquirir un carácter más permanente.

Asimismo, subrayamos que, aunque el detonador inicial de las presiones inflacionarias estaba principalmente del lado de la oferta, era evidente que había efectos de segundo orden en el proceso de formación de precios que deberían de generar preocupación en la Fed.

Después de sostener en reiteradas ocasiones que la inflación era un fenómeno de carácter temporal, el Chairman de la Fed Jay Powell, por fin admitió que las presiones inflacionarias son más poderosas y persistentes de lo anticipado.

Esto sucedió el martes durante la comparecencia de Powell ante el Comité de Banca en el Senado. En concreto, Powell admitió que es buen momento para retirar el calificativo de transitorias para describir a las presiones inflacionarias. Este reconocimiento se suma al hecho por la OCDE en su más reciente actualización trimestral al panorama económico global.

En concreto, la OCDE reconoció que el repunte inflacionario a nivel global será más pronunciado y duradero de lo anticipado anteriormente. La OCDE incrementó su estimado de inflación para el 2022 en Estados Unidos de 3.1 a 4.4% y para la Eurozona de 1.9 a 2.7 por ciento.

Estas fuertes revisiones se dieron en apenas tres meses ya que la anterior actualización trimestral de estimados de la OCDE se publicó en septiembre.

En una entrevista con el Wall Street Journal, la economista en jefe de la OCDE, Laurence Boone, reiteró el principal miedo de los bancos centrales: el riesgo de que los hogares y las empresas incorporen expectativas de inflación más altas a sus procesos de toma de decisiones, principalmente el de negociaciones salariales.

Como hicimos notar anteriormente en este espacio, la resolución de los cuellos de botella en las cadenas de suministro no depende de las decisiones de política monetaria.

Sin embargo, el comportamiento de la inflación también está ligado al océano de liquidez creado por las políticas extraordinarias de estímulo implementadas para amortiguar la crisis provocada por la pandemia.

En este sentido, Powell reconoció finalmente en su intervención del martes que la Fed debe considerar modificar su calendario de normalización de política monetaria, comenzando con un posible aumento al ritmo de reducciones del programa de inyecciones de liquidez.

Esto abre la puerta a que la Fed anuncie una aceleración del tapering durante la última reunión de política monetaria programada para el 14 y 15 de diciembre.

En la edición de Sin Fronteras del pasado 18 de noviembre planteamos el creciente riesgo de que la Fed se viera obligada a adoptar un calendario de normalización menos gradual, adelantando el fin del QE Infinity de junio a marzo e implementando hasta dos aumentos en la tasa de Fed Funds en la segunda mitad del 2022.

La intervención de Powell el martes y el contenido de las minutas de la última reunión de la Fed confirman que la Fed tiene ahora como principal preocupación el control de las expectativas de inflación. A menos de que la propagación de la variante Ómicron del Covid-19 genere nuevas restricciones significativas a la actividad económica, esperemos a una Fed cada vez menos acomodaticia.