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La semana pasada, China dio a conocer los datos del PIB correspondientes al segundo trimestre de este año, decepcionando al mercado con un crecimiento menor al esperado.

Aunque el PIB mostró un avance de 6.3% contra el segundo trimestre del 2022, es importante tener en cuenta que este crecimiento resulta engañoso, ya que la actividad económica a lo largo del 2022 se vio afectada negativamente por la política de cero Covid. Dicha política incluía restricciones importantes a la movilidad y, por ende, a ciertas actividades económicas.

Es relevante recordar que la economía china solo creció 3% en el 2022, su tasa más baja desde 1976 (excluyendo el 2020 marcado por la pandemia).

La comparación más significativa de las cifras económicas de este segundo trimestre debe hacerse con el primer trimestre de este mismo año. En esta comparación, el PIB mostró un avance inferior a 1 por ciento.

A pesar de un prometedor primer trimestre en el 2023 y las esperanzas de una sólida recuperación impulsada por el fin de la política de cero Covid, existe la amenaza de que el 2023 se convierta en otro periodo de crecimiento débil, en el cual el repunte inicial del primer trimestre podría interpretarse como un rebote efímero generado por la reapertura de actividades.

Durante el segundo trimestre, la actividad económica evidenció debilidad en casi todos sus componentes, incluyendo una marcada desaceleración en el consumo doméstico y un colapso en la inversión privada, especialmente en el sector inmobiliario.

Además, los precios al consumidor mostraron una contracción anual en julio, lo cual ha generado preocupaciones acerca de un posible escenario de deflación.

Esta situación, sumada a las crecientes tensiones geopolíticas y económicas con Estados Unidos, ha llevado a algunos expertos a plantear que la desaceleración económica en China no es un tema coyuntural, sino un problema a largo plazo originado por una serie de políticas que han subordinado el poder económico al poder político, con un costo significativo para la economía y en particular para el sector privado.

Aunque es evidente que estas decisiones han tenido un alto costo, la problemática es más compleja.

En este espacio hemos analizado en diversas ocasiones las diferentes etapas de desarrollo del modelo económico chino, desde la apertura comercial y el auge manufacturero orientado a la exportación, hasta a la fase de grandes inversiones públicas en infraestructura y, finalmente, la transición hacia un modelo basado en el consumo doméstico.

Estas transiciones entre etapas y la necesidad de cumplir con ambiciosas metas de crecimiento económico, han conllevado a un aumento significativo en los niveles de endeudamiento total de la economía china.

La deuda total, que abarca tanto al sector público como el privado, como porcentaje del PIB, ha escalado de 150% en 2008 a 280% en la actualidad, situándose únicamente por detrás de Japón y Estados Unidos dentro de las economías de mayor tamaño.

El incremento en los niveles de endeudamiento se ha dado en todos los componentes, es decir, gubernamental, empresarial y de hogares. No obstante, el problema principal se concentra en el sector empresarial, en donde la deuda ha pasado de representar 100% del PIB en el 2008 a casi 160% en el 2022.

Esta alza ha generado inquietudes acerca de posibles incumplimientos de pago por parte de algunas grandes corporaciones, especialmente en el sector inmobiliario.

Cabe destacar que la actividad económica del sector inmobiliario representa aproximadamente una cuarta parte del PIB de China. Para abordar esta problemática, es esencial e inevitable que las autoridades chinas instrumenten un proceso ordenado de desapalancamiento para el sector empresarial.

Si no se toman las medidas adecuadas, el proceso podría tornarse complicado y doloroso, tanto para la economía china como para los mercados globales.