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Aferrarse al cuerpo de quien sea, de un poste, de la puerta, de una silla, de la puerta del coche y hasta del piso, como si las manos pudieran tener garras hasta hacer surcos y dejar un rastro visible de que allí estuviste y que alguien te llevó.

Apretar con fuerza con las piernas, con los brazos y con los dientes. Gritar de desesperación y sentir que ya estás muriendo al no poder con la fuerza del otro, de ese que te estruja y te quiere arrebatar de donde estás.

El video que por suerte alguien grabó y que pudimos ser testigos del suplicio a unas horas previas de su misteriosa muerte.

Abigail Hay Urrutia, tenía 30 años y fue arrestada por la policía municipal de Salina Cruz en Oaxaca por una discusión que tenía con su pareja dentro del coche. Discusión que nadie sabe si fue verdadera y si lo hubiera sido, la pregunta es por qué arrestarla como una delincuente y por qué el hombre con el que estaba no la soltaba, ni siquiera la entregaba.

El arresto con violencia, con una agresión directa, física y verbal, para ella. Una mujer que seguramente no pesaba más de 60 kilos, delgada y chiquita, pero con la suficiente fuerza para obstinarse con quien supuestamente discutía, con el “padre de su hijo” como lo dijo ella.

Vimos las imágenes, el momento, la desesperación, el coraje, y la indefensa ante una policía municipal agresiva y asesina.

Ser mujer y sentir diariamente que estás en peligro y cerca de la muerte, porque los feminicidios son más comunes, porque las muertes de cualquier mujer son tema al olvido, porque nadie reclama, nadie se ofende y ninguna política se modifica.

Seguimos corriendo el riesgo todos los días. Debanhi sigue siendo un caso sin resolver, el de ella y cientos de más. Desaparecemos, nos parten en pedacitos, nos meten a celdas y aparecemos muertas, porque con una “braga” somos capaces de ahorcarnos.

Como si nuestros calzones fueran grandes, gruesos y resistentes a la negligencia de los policías y a la impunidad de nuestro sistema judicial.

A una mujer la queman, y resulta que se quemó sola; Abigail se aferraba a la libertad y resulta que horas después se desnudó, tomó su calzón y se colgó de quién sabe dónde.

Mujeres, tan poderosas y super poderosas que somos. Tan capaces de hacer nuestro camino, de defendernos de gritos, de luchar por nuestra dignidad, de golpear a quien sea necesario para que nadie toque nuestro cuerpo o a nuestros hijos, de hacernos cargo por completo de la vida de nuestros hijos, trabajar y salir adelante.

Somos grandes humanos, somos más capaces y por eso nos matan. Porque ponemos resistencia al grito, al golpe, al jaloneo y a la humillación. Nos aferramos y Abigail sabía cómo.

Es una pena que por cada mujer que nos matan, la hombría del género masculino se hunde, se deprecia y se aborrece.

Ser mujer y tener el terror de morir - screen-shot-2022-08-24-at-200051-617x1024
Foto de redes.