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Nuestro país ha perdido quién lo cuide y Guadalajara, Guanajuato, Baca California y Ciudad Juárez lo vivieron en carne propia esta semana.

La violencia desatada en las calles, en las tiendas, gasolineras y cárceles dejaron inocentes muertes, coches y camiones incendiados y una paranoia para quienes fueron testigos presenciales y vieron morir a sus familiares.

Susan Sontag decía que la mirada moderna es la que lo hace en fragmentos, vemos por partes, por interés, por empatía o apatía de lo que sucede en ese alrededor.

La fotografía que hoy publico, hecha por el foto periodista de EFE, Luis Torres en Ciudad de Juárez es una escena que nos atrapa a todos. El dolor, el grito, el desahucio, la impotencia, la ansiedad y la fuerza de quien se debilita en cada clamor por no saber si su hombre, padre, hijo, primo, esposo, pareja o padre de sus hijos es uno de los tres muertos o de los heridos dentro del Centro de Reinserción Social Número 3.

El suplicio nos penetra, se nos cuela por cada poro y la mirada la tiene ella. La mujer de cabello recogido y bien peinado, de labios rosas que cierra los ojos a la hora de gritar y llorar, en un acto simultáneo de quien no puede controlarse.

Vestida con una playera verde tipo camuflaje, una cadena de oro al cuello y su rostro, dañado y con la pena de no saber.

Miramos por fragmentos, usted y yo la miramos a ella, porque justo sobresale entre los elementos de la policía del estado y porque no hay otra mujer como ella que se desgarre frente al lente de Luis, sin pudor, ni acotación alguna del qué dirán, ni cómo la verán.

Miramos por fragmentos, ella lo hace. Ella no mira alrededor, solo mira hacia una sola dirección en donde aparezca alguien que no pronuncie el nombre de su hombre o que si o hace.

Sontag también decía que lo que le mueve a la gente a hacer fotografías es el hallazgo de algo bello, aunque no especifique que allí dentro también incluye el dolor y el calvario de una persona.

¿Dónde está lo bello? En ver cómo el amor de esta mujer se desborda de preocupación, aunque su hombre, sea cual sea su relación, haya cometido algún tipo de delito y haya tenido que terminar dentro de la cárcel. Ella no se limita, no termina por juzgarlo, y está allí en cuanto sabe que hay una riña en su interior y sabiendo que el peligro es para todos, se postra delante de todos, ante murallas de concreto y la frialdad de elementos de guardia nacional, ejército o policía estatal.

Ella se fragmenta y lo hace con su alrededor. Por eso grita y nos ensordece.

Cuando observo este tipo de fotografías, todavía me cuestiono el por qué hay gente, diseñadores y directores de medios que creen que la foto ha perdido peso en este “nuevo” mundo donde arrecia lo digital. La imagen viste y transmite el sentir al lector, aunque sea de alguien que no conocemos, pero que nos llega con la emoción.

La imagen la entendemos todos y el dolor ajeno, lo hacemos propio.

Foto: Luis Torres / EFE