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No era la primera vez que se planeaba un corte total del suministro de agua al Valle de México por mantenimiento al sistema Cutzamala. Sólo que en esta ocasión decidieron prevenir a la población con un mes de anticipación y no los tres días que solían tomar para hacer el anuncio.

La alerta creció hasta niveles de pánico. Alteró el mercado de venta de contenedores de agua hasta agotar existencias y causó que se suspendieran actividades escolares y laborales como nunca antes en esas fechas previas al Día de Muertos.

Los que pudieron dejaron la ciudad y, dependiendo el poder de compra, algunos tomaron sus baños del fin de semana en Vail, Colorado, y otros en Pachuca, Hidalgo.

Las autoridades federales y locales del agua no se cansaban de dar entrevistas en las que explicaban el procedimiento y sus beneficios y por qué prefirieron exagerar las medidas de precaución para que todos los afectados regresaran a su vida normal el lunes 5 de noviembre con agua en sus grifos.

Pero entonces algo falló. La famosa K invertida que permitiría ese paso alterno del agua del Cutzamala se desplazó 4 centímetros, explicaron los expertos, y simplemente no quedó.

Y lo que parecía un montaje para cerrar con broche de oro el sexenio, donde las autoridades federales lograban un paso importante para el abastecimiento de agua a la gran ciudad, donde las autoridades de la capital aparecían como las grandes previsoras y en total coordinación. Todo eso que pintaba para la foto perfecta se fue por el caño.

¿Puede una obra de esta envergadura fallar por un desplazamiento sin que haya un ingeniero que lo pudiera prever en la fase de planeación? Eso que lo respondan los expertos. Lo cierto es que faltó que alguien previera que las cosas podían salir mal y con ello tener un plan contingente.

La gran movilización de recursos, el enorme proyecto, la alerta a millones de habitantes del Valle de México, la foto del exitoso cierre de sexenio falló… por 4 centímetros.

Como para deslindarse de las responsabilidades de tal pifia, el dedo acusador apunta a un solo culpable de esta crisis: la K invertida. Esta enorme pieza que pasó de ser un portento de la ingeniería a la responsable de la sequía. Así, como si se moviera sola, tenemos a la K invertida como la villana de la escasez de agua.

Ya con la crisis del agua encima, ahí sí las autoridades minimizan los efectos. Ya no hay necesidad de suspender actividades, porque no es lo mismo armar un puente desde el Halloween hasta el fin de semana que parar actividades tres días totalmente hábiles, aunque lo de hoy sí sea una verdadera crisis.

Hoy, de hecho, las medidas de racionalización de agua deberían ser más urgentes y radicales que las asumidas hace una semana. Pero hoy la alerta lleva consigo el sabor del fracaso, de la impericia y de las eternas sospechas de corrupción. Por lo tanto, los manuales de control de daños de los media trainers recomiendan discreción.

Estamos en medio del corte del suministro de agua más importante que ha tenido la ciudad, pero tras el fracaso de la K invertida todo ha sido más discreto, menos estridente. Como para no llamar la atención de lo mal que se pueden hacer las cosas.