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Realmente nadie dentro de la 4T se inconformó porque México había desaparecido del radar de los capitales como uno de los países más atractivos para la Inversión Extranjera Directa (IED).

Y si alguno lo estaba pensando, si alguien creyó que podría quedar bien con el presidente si alzaba la voz en contra de esos conservadores internacionales que pretendían desprestigiar así la transformación de México, no les bastó más que ver al presidente en acción.

Al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) se le ocurrió organizar un foro sobre esos temas con un invitado que no está en el ánimo de la no-primera dama, Beatriz Gutiérrez. Corte A: Andrés Manuel López Obrador deja caer la guillotina sobre esta institución.

Ese es precisamente el tipo de situaciones que ocurren en México, pero que solo son de la preocupación de algunos cuantos al interior del propio país. El estado de ánimo presidencial determina el rumbo de muchas decisiones, algunas de enorme trascendencia.

Es un hecho que para los grandes manejadores de capitales no es importante que desaparezca el Conapred, vamos ni siquiera tienen interés en saber qué está pasando con el manejo político y económico que lleva a cabo el gobierno mexicano. Lo que atienden son los semáforos mundiales.

México desapareció ahora del ranking de los destinos recomendables para la IED y mañana puede desaparecer del listado de los países con grado de inversión. Eso es lo que cuenta, eso es lo que mueve los mercados.

Internamente, convendría no dejar de poner atención en esos intentos de desmantelamiento institucional en el que se ha metido al país.

Cuando se evidencian estos intentos de rompimiento de las estructuras, siempre viene un ataque a los denunciantes. Las descalificaciones, las incitaciones al odio y a la división llegan desde la propia tribuna presidencial: prensa conservadora, corruptos, opositores que quieren las tranzas de antes, en fin. Una invitación pública, abierta, imprudente e impune para despreciar a quien piense diferente.

El intento de etiquetar cualquier señalamiento de las acciones del gobierno como un ataque opositor es querer encasillar a quien lo denuncia dentro de un interés partidista, por lo tanto, ruin.

Como en muchos sí logra ese efecto deseado, se pagan las voces críticas. Otros se exacerban y se descubren como opositores partidistas y otros muerden el anzuelo de ningunear la investidura presidencial.

La lenta destrucción de la vida institucional mexicana avanza, hay días que se nota más. Pero siempre habrá un avión presidencial para taparla.

Cuando llegue a ser tema de interés global, será porque el tamaño de la crisis mexicana sea irreversible, porque tendrá efectos globales o porque será imposible esconder las consecuencias en los niveles de pobreza o de crispación social.

Y ahí viene en camino un siguiente intento de desmantelamiento de los equilibrios. La oficina legislativa del presidente, en la figura de los diputados de Morena y partidos satélite, intentará en un periodo extraordinario, dotar a López Obrador del control del presupuesto, porque esa iniciativa no está muerta. Solo está esperando su oportunidad de romper otro eslabón de la institucionalidad mexicana.