Elecciones 2024
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Todavía la semana pasada había quien pensaba que al final privaría la cordura y que, tras la consulta, el gobierno electo anunciaría auditorías extensas y una reasignación del proyecto de Texcoco a la Iniciativa Privada.

Incluso, gente bien informada creía que, tras los resultados de la consulta el domingo pasado, el lunes en la conferencia, Andrés Manuel López Obrador saldría a los medios a informar que un buen análisis de la realidad concluía que era mejor mantener la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México y perfeccionar el mecanismo de consulta para futuras participaciones.

Pero no, la ingenuidad de los que pensaban en un gobierno más pragmático se hundió en la realidad de que la cuarta transformación es profundamente dogmática.

López Obrador siguió al pie de la letra lo que presentó en campaña y que, de hecho, firmó en un libro llamado 2018 La salida, decadencia y renacimiento de México (Editorial Planeta, 2017).

En la página 25 de su texto, dice que con el presupuesto que ya han elaborado se podría construir el aeropuerto de Santa Lucía para vuelos internacionales y de carga, y dejar el actual para vuelos nacionales. Vamos, estaba ya planeado y presupuestado. La desastrosa consulta sólo adornó la decisión ya tomada.

Hay todavía algunos, como el presidente de la Coparmex, que esperan que se pueda arrepentir de la decisión de Santa Lucía, ante lo oneroso de las consecuencias financieras de su anuncio.

La realidad es que esta consulta y anuncio sobre Santa Lucía parece más un ensayo para decisiones de mayor envergadura en un futuro cercano.

La conclusión a la que llegan muchos grupos financieros globales, a estas alturas, es que el peor mensaje lo da la forma de hacer política de López Obrador.

El “error de octubre”, como lo llama Citibanamex, incluye una subestimación de los costos de la cancelación y un mal cálculo de los recursos fiscales que se requerirán para cumplir los contratos.

Confiesan los grupos financieros internacionales que esperaban que el aeropuerto y su permanencia en Texcoco fuera usado como el mensaje de confianza para los inversionistas. No tenían presupuestado lo contrario. Tampoco esperan que un solo evento defina todo un sexenio, pero ciertamente le confieren un peso alto a esta señal mandada desde el próximo gobierno.

Bien, pues deberían atender al guion que sigue al pie de la letra el siguiente presidente. En su mismo libro, López Obrador expresa que es partidario de revertir las reformas laboral, educativa, fiscal, energética, entre otras.

Dice ese texto sobre la cancelación de las reformas estructurales que no responderán a una imposición con otra imposición. Pero que sí consultarán a la gente si tales reformas se mantienen o se cancelan.

Adelanta mucho más. Dice que el presidente no dejará de expresar su postura para tratar de convencer sobre la necesidad de recuperar, expone, el sector energético para beneficiar a los consumidores.

Y viene la sentencia: en caso de que la mayoría, en su consulta popular como las que ya vimos que organiza, se manifieste a favor de revertir la llamada reforma energética, de inmediato iniciará el proceso legal que corresponda.

Habla de cancelar contratos y de usar la mayoría en el Congreso, que de hecho obtuvo, para sus propósitos.

¿Alguien a estas alturas no cree que ésa es una de las siguientes consultas de López Obrador ya en el poder? Lo tiene escrito, no hay engaños.