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En aquellos días en que más se gastaba, más crecía la deuda y menos se crecía conforme a los planes, nos decían hasta el cansancio que la turbulencia llegaba de afuera. Que todo lo que veíamos con la depreciación del peso, con el deterioro de los pronósticos de crecimiento y con la baja en los precios del petróleo era culpa de todos los demás.

Ciertamente, hace tres o cuatro años había una larga lista de calamidades económicas y financieras externas que condicionaron muchos de los planes locales, pero dentro del país estábamos en un proceso de implosión derivado del derrumbe de Petróleos Mexicanos y la no corrección de las finanzas públicas a esa realidad.

Hoy, la terca realidad nos marca que, efectivamente, el mundo siempre tendrá algo que acabe por entorpecer los planes internos.

Hoy a la cabeza están los planes proteccionistas del gobierno de Donald Trump.

Pero al mismo tiempo tenemos de frente todas las razones internas que hoy son un lastre para el crecimiento económico.

La encuesta que elabora mensualmente el Banco de México entre expertos economistas ha dejado de marcar a los factores externos como los principales responsables de que no podamos aspirar a un crecimiento mayor en los meses por venir. Ahora, las variables internas están en los primeros lugares.

La principal causa que argumentan estos analistas sigue siendo la inestabilidad política internacional, que es la manera eufemística que se encontró en esta encuesta para denominar los temores por las políticas de Trump.

Pero del top 10 de factores que podrían obstaculizar el crecimiento económico de México, tres son situaciones internas contra tres externas sobre las que no tenemos ningún control.

Hay un par que tampoco hay manera de controlar del todo aunque sean internas, como la contracción de la oferta de recursos del exterior y la inestabilidad cambiaria, sobre todo porque la política monetaria no está enfocada a atraer capitales o defender una paridad específica.

Pero hay otros, como la plataforma de producción petrolera, que comparte el primer lugar de las angustias, que es un asunto meramente interno y de una solución imposible en el corto plazo.

La incertidumbre sobre la situación económica interna y las presiones inflacionarias son problemas que tratan de tener alguna solución en las medidas de tímida corrección fiscal de la Secretaría de Hacienda. Y, ahí sí, de aplicación de una política monetaria más restrictiva para cumplir con la meta más importante del banco central que es cuidar el poder de compra de la moneda.

Los problemas de inseguridad pública han estado presentes entre los factores más importantes que frenan el crecimiento y la ausencia de soluciones también se mantiene como una constante. Hay una percepción generalizada de inseguridad e impunidad.

Y por último, empieza a cobrar fuerza la inestabilidad política interna. Este es un reflejo del temor de los economistas consultados sobre los alcances que puede traer consigo el inicio de la contienda por la presidencia de la República.

Porque a pesar de que los tiempos de campaña estén bien determinados, está claro que los ambiciosos suspirantes prenden fuego desde ya en esta seca pradera social en la que nos movemos.