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El de hoy era un día propicio para dedicar como tema de la columna la rapidez con la que transcurre el tiempo.

Hoy comienza el tercer mes del año, lo cual significa que dentro de 30 días -31 con el de hoy- alcanzaremos a vivir, los que lleguemos vivos a fecha tan cercana, la cuarta parte del año que se está yendo a mayor velocidad de la que Moreira se regresó de España. Las personas que mueran, entre hoy y mañana, podrán agradecer al padre tiempo que el 2016 fuera bisiesto, lo que les permitió vivir un día más. Sin que falte el tradicionalista al que le hubiera gustado, cuando menos, morir antes de ayer para cumplir con el refrán: “Enero y febrero, desviejadero”.

Cuando termine el mes que hoy inauguramos habrán pasado 91 de los 366 del año; periodo que se pasa volando para aquel que lo tiene todo, que no paga renta, que tiene un trabajo cómodo e interesante, que no compra nada a 18 meses sin intereses y, que, por si fuera poco, es soltero. En contraste, esa meteórica velocidad es directamente proporcional a la lentitud con la que transcurre el tiempo para quien tiene un trabajo rutinario y pesado; que está pagando a plazos todos los enseres que tiene en su casa, excepto su mujer, con la que está digna y cabalmente casado. Esta frase está inspirada en lo manifestado por, Groucho Marx: “El matrimonio es una gran institución. Por supuesto, si te gusta vivir en una gran institución”.

Por lo hasta aquí escrito, el tema de la columna tiene que ver con el matrimonio y su antecedente inaugural, tradicional y culminante: la luna de miel. Aunque debemos reconocer que los tiempos han cambiado y, en la actualidad, más que inaugural, tradicional y culminante, la luna de miel es un acto que se ejecuta, previo al matrimonio, a la manera de ensayo, para probar si la pareja va a tener compatibilidad una vez casada. Con todo y que los ensayos llegan, y, a veces sobrepasan, las 100 representaciones, no siempre garantizan un buen acople en la pareja. He sabido de matrimonios cuyas broncas empiezan en la fiesta de la boda, cuando él prefiere emborracharse con su cuates en lugar de participar o cuando menos presenciar con atención y entusiasmo los rituales de la liga y del ramo, mismos que le parecen “puras mamadas”. Y ella prefiere que el galán se duerma al caer en la cama con todo y jaquet o smoking, en lugar de despertarlo con cariñitos y muestras de amor a las que ella también juzga “puras mamadas”.

Duarte de Ochoa

No me gustaría estar debajo de la piel del gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, imagínense pesa casi 150 kilos, pero no tanto por la grasa que tiene debajo de la epidermis, sino por la serie de broncas que trae. La semana pasada estuvo en la Secretaría de Gobernación para saber, de una buena vez si como decían los rumores estaba próxima su renuncia. Al parecer la respuesta fue negativa, no obstante que la entrevista se llevó a cabo luego de que la Auditoría Superior de la Federación(ASF) detectó un presunto daño patrimonial de la Cuenta Pública 2014 de Veracruz por 14,047 millones 100,000 pesos.

Los datos los estoy, prácticamente, transcribiendo del reportaje titulado: “Duarte, cada vez más solo”, de la autoría del periodista Noé Zavaleta y publicado en el número 2052 de la revista Proceso, cuya circulación comenzó el pasado 28 de febrero.

En dicho reportaje hay una declaración que me conmovió e inspiró la presente columna. Según el reportero Zavaleta, ante la escalada de violencia habida en Veracruz desde que Duarte de Ochoa accedió al poder, el 7 de julio del 2014, el susodicho manifestó ante un grupo de empresarios: “Como dicen en mi tierra, permítanme sincerarme” (…) “Tomamos medidas impopulares pero responsables. Yo decía que la luna de miel con un gobernante se debe disfrutar. En mi caso me pasó lo mismo que mi luna de miel verdadera…Me duro muy poquito”.

Aquí surge la interrogante: ¿En la luna de miel de Duarte, qué fue lo que duró poquito, lo duro? ¿La consumación del acto? No se la va a acabar con los jarochos, que con su clásico doble sentido dirán que al góber se le Paraguay pero pronto Venezuela.

A lo mejor lo que duró poquito fue el tiempo que estuvieron de viaje de luna de miel: “Pues a mí se me hizo muy corto”, dijo ella con reproche. “Oye”, le reviró él, “¿quince días, te parece corto?”. “No, eso sí estuvo bien”.

Otro chiste que por ahí le pueden sacar a quien sus gobernados le dicen Ñoño. Su luna de miel fue en el propio, bello y turístico estado de Veracruz, estuvieron en Tajín, centro arqueológico que ella no conocía. De regreso, una de sus amigas le preguntó: “¿Qué te pareció la pirámide de Nicho?”. A lo que la señora contesta: “Fue otra de las cosas que me imagine más grande”.

Para terminar con esta irreverente —más irreverente es no respetar los derechos laborales de los trabajadores universitarios- dos consejos. Uno para Duarte: “Lo único molesto del matrimonio son los 50 años que siguen a la luna de miel”. Otro para la señora Duarte: “La felicidad está hecha de pequeñas cosas”.