Elecciones 2024
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A mí lo que más coraje me da de los políticos corruptos es, además del acto de corrupción en sí, el que piensen que los ciudadanos somos tan imbéciles que nos tragamos los cuentos que nos dicen para justificar su falta de honradez y para ocultar o justificar el escandaloso enriquecimiento que les propicia el manejo del poder y de los recursos públicos.

La figura de enriquecimiento inexplicable ya es obsoleta u opera para burócratas de segundo o tercer nivel. El enriquecimiento de un gobernador “en plenitud del pinche poder” es totalmente explicable, sobre todo si tomamos en cuenta que la corrupción, como dijo el presidente Peña Nieto, “es un asunto de orden cultural”. Si a eso sumamos la compra de impunidad mediante el salpicar del agua en la que se bañan a las personas e instituciones idóneas, es decir, un buen salpicón para arriba, una mojadita hacía los lados a los colaboradores-cómplices y una irrigación, a la altura del momento electoral —va desde el riego a la inundación— para el partido político gracias al cual llegó al poder y… ¡Ya está! El presunto ladrón del erario municipal, estatal o federal, se convierte en intocable para la justicia y puede justificar ante sus pendejos —los ciudadanos, que no hacemos nada por evitarlo, ni siquiera protestar— que el origen de sus recursos es legitimo: producto del ahorro —aunque necesitarían cinco o seis carreras políticas para atesorar, honradamente, tan voluminosa cantidad de bienes y dinero—. También suelen decir que se sacaron la lotería; se han dado casos que gente de buen corazón y mejor voluntad que les regala unos terrenitos o se los vende a precios de ganga, o ya eran de su propiedad sólo que no los habían puesto en orden catastral. Otra fuente misteriosa de ingresos, durante el tiempo que se ejerce el poder, son las herencias de parientes con fama de pobres que al sentirse gravemente enfermos, hacen un esfuerzo para morir con suficientes bienes muebles e inmuebles que heredan al consanguíneo que está en el usufructo de la autoridad.

Además, los políticos son muy listos y jamás se casan con una mujer pobre. Podrán ser feas pero con dinero —las ricas las alquilan por evento, como sucedió en el caso de Montana—. Tener una esposa adinerada y dispuesta a secundar a su marido hasta la ignominia es una bendición, no de Dios porque me imagino que Dios no avala chingaderas, pero sí del cardenal Norberto Rivera, que pone su confianza “en carros y caballos” de los faraones.

El faraón bendecido es el insigne profesor don Humberto Moreira Valdés, sospechoso, para las autoridades españolas y estadounidenses, de malversación de fondos, blanqueo de dinero y organización criminal y a quien la periodista Isabel Arvide ha defendido en sus artículos periodísticos, al informar que Vanessa Guerrero, actual esposa del exgobernador coahuilense, es hija de un conocido empresario de Piedras Negras, Coahuila, no dice su nombre. Pero agrega: “Más de 22 millones de dólares fueron depositados en una cuenta para Vanessa Guerrero, por su familia, luego de que contrajera matrimonio con el exmandatario coahuilense y exlíder del Partido Revolucionario Institucional”. ¡Esos son suegros y no los que te las entregan con las muelas picadas!

Un pequeño detalle, la informadora Arvide se desempeñó como consejera en temas de seguridad durante el gobierno de Humberto Moreira.

La nota fue publicada, en la columna “Estado Mayor” en varios periódicos del país, el 18 de enero, dos días después de que el exgobernador fuera encarcelado en Madrid. Me extraña que durante el juicio no haya salido a la luz la fuerte dote con la que llegó al matrimonio la señorita Guerrero, actual señora de Moreira, mediante la cual don Humberto no tenía ninguna necesidad de malversar el erario coahuilense. Eso prueba que ni ellos creyeron la noticia de su exempleada fiel, pero inútil.

Esta semana en Madrid los agentes de la Unidad Económica y Fiscal de la Policía detuvieron al empresario mexicano Juan Manuel Muñoz Luévano, alias Mono, bajo la imputación de blanqueo de capitales y organización criminal. El Mono Muñoz, también conocido como el Ingeniero, está siendo investigado en el marco de la misma causa por la que también se detuvo en Madrid al estudiante de doctorado Humberto Moreira.

Al parecer, la investigación tiene su origen en San Antonio, Texas, donde otro empresario de Coahuila, Rolando González Treviño, fue sentenciado a cinco años de libertad condicional, luego de aceptar que formó parte de un esquema para robar dinero de las arcas de la entidad gobernada por Humberto Moreira y lavarlo en Texas.

Gran parte de la información contra Moreira y Muñoz proviene de Héctor Javier Villarreal Hernández, extesorero coahuilense, quien se entregó a las autoridades estadounidenses en calidad de testigo protegido.

El caso contra Moreira no ha culminado, quedó libre gracias a las maniobras realizadas en las cimas del poder de México y España; país del que salió pitando. Le valió madres el doctorado, la manzana que comía, su iPod y su iPad: fuentes de información para el caso.

Tal vez el mandatario que endeudó a su entidad con documentación falsa viva tranquilo con la seguridad de la impunidad que proporciona el buen salpicón para arriba, la mojadita a los lados y la inundación en su partido.

Además, al parecer, ya encontró su Mono expiatorio.

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