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El dibujo de un sexenio cuyos años finales se verían animados económicamente por los primeros resultados de las reformas se ha desvanecido.

Las tendencias del principio de año parecen decir que las expectativas económicas altas del gobierno de Enrique Peña Nieto han terminado.

La debacle petrolera internacional nos tocó a fondo y mostró la debilidad de Pemex, que es hoy una emergencia más que una solución nacional.

La crisis de Pemex tocó a su vez el corazón de las finanzas públicas, anticipando para los últimos años de este gobierno un hueco fiscal equivalente al del peso de Pemex en el presupuesto.

Hablando con Joaquín López-Dóriga el viernes pasado, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, dijo que la economía estadounidense no muestra la vitalidad necesaria, particularmente en su sector industrial, del que dependen en gran medida las exportaciones mexicanas.

La lentitud industrial estadounidense, dijo Carstens, explica que la devaluación del peso no haya provocado un auge de exportaciones. La industria estadounidense no está comprando nuestros productos, aunque estén baratos, porque no está vendiendo los suyos.

Junto con el alto precio del petróleo, la industria de exportación ha sido el motor del crecimiento de México en estos años. No lo será en los años que vienen.

Para crecer, México dependerá de su economía interna, en la que Carstens ve señales favorables, como la baja en las tarifas telefónicas y eléctricas, la mejora del empleo formal y un mayor consumo.

Pero los inversionistas no parecen optimistas y si no hay inversión privada, la economía interna tampoco crecerá. Menos aún si el gobierno, acotado en sus finanzas, reduce sus inversiones productivas, como ha hecho este año.

Puesto todo junto, lo que México puede esperar para los años que vienen es el mismo crecimiento de los últimos tres.

No es un crecimiento despreciable si se mira al mundo, como dice el presidente Peña Nieto en su entrevista más reciente (El Universal, 7 de marzo 2016), pero está lejos del piso de crecimiento y confianza en el futuro que su gobierno esperaba para el 2018.

Como horizonte de expectativas económicas, el sexenio terminó. No veremos nada distinto de lo que hemos visto ya, como no sea un agravamiento.

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