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En materia monetaria, México ha tenido un proceso de preparación consistente, en el que el banco central ha decidido reunir las reservas internacionales que pudo en la época de dólares baratos para prepararse ante la turbulencia.

Hoy, el Fondo Monetario Internacional (FMI) es un prestamista que se pone quisquilloso con aquellos países que quieren tener acceso a sus recursos.

No son ya los tiempos fáciles de la fiesta de los dólares de hace un lustro, cuando volaban libres.

Hoy, las condiciones han cambiado, y por lo tanto, las facilidades para acceder al dinero.

Todavía no suben las tasas de interés en Estados Unidos, pero el mundo se prepara para el inminente inicio de este proceso, que implicará el regreso masivo al dólar de los capitales que en su momento salieron de ese mercado huyendo de las tasas negativas de rendimiento.

México ha tenido en materia monetaria un proceso de preparación consistente en que el Banco de México se dedicó a reunir las reservas internacionales que pudo, en la época de los dólares baratos, para prepararse para los tiempos de turbulencia.

El primer respaldo para la economía mexicana con la disponibilidad de una línea contingente llegó en plena crisis del 2009, llegó casi a la par del virus de la influenza, el H1N1, que convertimos en fenómeno apocalíptico, lo que reflejaba un enorme aval del FMI a una economía en recesión pero con sólidos fundamentos económicos.

Desde entonces, ininterrumpidamente, el FMI ha renovado esta línea de emergencia, que serviría para hacer frente a un ataque especulativo en contra de los mercados mexicanos. Incluso, en el 2012, que fue un muy buen año para la economía y las finanzas mexicanas, los recursos disponibles superaron los 72,500 millones de dólares.

Desde entonces a la fecha, se ha abandonado la ortodoxia de la disciplina fiscal en la economía mexicana, a la par de que desde el 2013 se dispararon los demonios de la especulación del final de la política monetaria hiperlaxa de Estados Unidos.

A finales del año pasado, el FMI refrendó la opción de recursos emergentes, pero ya sólo por 69,000 millones de dólares.

Este año ha sido el terreno financiero el más complicado desde la gran recesión, porque las cuentas públicas mexicanas se han deteriorado al tiempo que el peso se ha depreciado fuertemente frente al dólar.

No fue casual que la semana pasada el FMI llamara la atención al Banco de México sobre el acelerado proceso de pérdida de reservas internacionales.

Tampoco parece casualidad que esta semana ya cambió esa manera de aplicar las intervenciones en el mercado cambiario, a la par que llega el refrendo del FMI de contar todavía con 65,000 millones de dólares por si las dudas.

El primer mensaje positivo es que quien quiera especular en contra de los mercados mexicanos tiene enfrente una barrera de dólares de la reserva, que sigue siendo respetable y de paso, los disponibles del FMI. Eso desanima y obliga a pensarlo dos veces.

Pero el segundo mensaje, y quizá el más importante, es el que se da en el terreno político, al avalar el desempeño de la economía mexicana, con todo y las indisciplinas en que se ha incurrido.

Es un llamado de atención sobre la importancia de mantener los equilibrios en el gasto y en la deuda, pero al mismo tiempo, es respaldar lo hecho hasta hoy en materia financiera por parte del gobierno de Peña Nieto.

Por eso andaban tan contentos en la Secretaría de Hacienda, porque tienen garantizado un buen blindaje al tiempo que lucen, por ahora, una estrellita en la frente que les puso este organismo internacional.