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Si a Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la catástrofe de Tabasco le da risa, es porque su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, es el que cuenta el chiste.

Este episodio en el que un personaje como Bartlett es capaz de mostrar tal desprecio ante la desesperación del gobierno morenista de Tabasco, después de que las acciones de la propia CFE son corresponsables de la tragedia de ese estado, sólo puede mostrar dos cosas: el descontrol que tiene el Presidente o su plena complicidad con los más duros y dañinos de su 4T.

Al final, el gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, habrá de disciplinarse ante lo que ordene el presidente y si se tiene que aguantar la risa de Manuel Bartlett, se la va a aguantar, aunque su gente sufra las consecuencias.

Pero la actitud risueña no puede durar por siempre. Lo que en cualquier otro gobierno hubiera sido un escándalo mayor, aquí la mayoría hipnotizada tolera una pifia tras otra de la 4T, sin pedir cuentas.

Hoy la CFE de Manuel Bartlett se sostiene en varias mentiras que, de la mano de la Secretaría de Energía, han logrado que el Presidente repita como mantras y sea el propio mandatario el que cuente el chiste de que los privados generadores de energía eléctrica roban y si son españoles roban más.

Su stand up incluye todos los lugares comunes que ha usado para cualquier actividad económica donde deteste la participación del sector privado.

Pero en materia energética la realidad los alcanzará más rápido que en otros cuentos, como el del aeropuerto. La crisis económica le regaló a la ficción de Santa Lucía 10 años antes de demostrar su total inviabilidad.

Todos los argumentos que usa la CFE para desprestigiar la legítima participación de los privados en la generación de energía eléctrica son falsos. No hay uno solo que soporte el más mínimo análisis.

Y no es una simple sustitución de capitales privados por una infraestructura existente y suficiente de la CFE, porque no existe. No es tampoco un pretendido cambio lateral entre energías limpias. Es pasar de sistemas eficientes que cumplen los compromisos climáticos de México al uso de carbón y combustóleo que acaba por envenenar a los mexicanos.

Pero esta risa es de las que no duran. Estos grupos de intereses oscuros, que rebasan la ignorancia o la ideología, se van a topar pronto con la realidad de recursos presupuestales insuficientes. Y si logran marginar a los privados, las tarifas más altas y la falta de energía suficiente podrán ser la marca del cierre del sexenio.

Mientras estos grupos no logren alterar el orden constitucional habrá tiempo de que incluso el propio presidente López Obrador se dé cuenta del daño que ese grupo le genera al país y por lo tanto a su gobierno.

O al menos, si se logra evitar que estos grupos retrógrados metan mano en la Constitución, siempre quedará la expectativa de que los tiempos sexenales pasan.