No importa el país, no importa la causa. Pareciera que los gobiernos creyeran que con violencia se calla y con golpes se olvida. Pero olvidan que los jóvenes acumulan un rencor que los levanta cada mañana para salir a volver a gritar con más fuerza
Pareciera que el mundo ha girado en una órbita donde los jóvenes están cansados de mantener silencio ante lo que no les gusta, y sobre todo ante políticos cerrados y obstinados en solo pensar en ellos y no en todos.
Es como si aquellas imágenes que vimos de la Primavera Árabe por ahí del 2010 y 2012 fueran solo un ligero aviso de lo que se vendría en el mundo entero, sobre todo con la conjugación de las redes sociales y las ansias de hombres y mujeres que clamaban por manifestarse en las calles por una real democracia.
Pero claro, conforme ha pasado el tiempo no solo se sale a derribar autoritarismos, sino también a defender los derechos, a demandar seguridad, justicia y reivindicar todo lo que se ha ido desviando de con otros intereses.
Hace unas semanas vimos fotos de Chile donde los militares los agredían con pelotas de goma, golpes y demás agresiones.
Las calles se han llenado y las plazas principales de distintos países están siendo tomados por energía nueva que pareciera ser más peligrosa y provocadora que otras.
Los jóvenes de hoy no temen a confrontarse con la policía, no piensan dos veces en sacar sus teléfonos y grabar las distintas agresiones y abusos de poder que suceden en sus narices.
Los jóvenes se exponen a contagiarse por el COVID-19 y morir, pero aun así se han tomado muy a pecho el valor de su patria y han entendido que los derechos se defienden y se pelean.
Los fotoperiodistas latinoamericanos se encuentran en un momento histórico en donde distintos países se encuentran en la misma situación, donde el ambiente se encuentra encendido y los jóvenes están atentos a los tweets y posts de Facebook que inviten a salir a las calles
Los peruanos han salido toda esta semana contra el nombramiento de Manuel Merino como nuevo presidente y la destitución de Vizcarra, sabiendo y teniendo constancia distintas acusaciones de corrupción en su contra.
Se dice que las protestas de esta semana, en particular del pasado jueves fueron de las más multitudinarias en los últimos 20 años.
Por supuesto que pudimos constatarlos en las redes sociales con el trabajo de muchos fotoperiodistas allá afuera, pero en particular el de Rodrigo Abd quien ha dado seguimiento insoluto de cada uno de los movimientos sociales en el país.
Curiosamente en la imagen que les comparto, sobre su trabajo vemos a otro fotoperiodista delante de él haciendo la imagen donde un joven ha perdido uno de sus tenis y ansía recuperarlo antes de recibir un macanazo por parte de los policías peruanos.
Lo vemos y podemos constatar que los fotoperiodistas no la tienen fácil, ellos también se juegan el contagio, los golpes, el gas en los ojos y una que otra agresión de quien así lo decida en ese momento.
Rodrigo se ha colocado en todos los ángulos de las protestas, desde quien exige, como el que reprime. Su trabajo nos da una perspectiva de lo que se vive en Perú.
Las protestas son un cúmulo de impulsos orientados a una causa, hasta que llegan las balas de goma, los gases lacrimógenos y los golpes de los hombres uniformados.
Entonces los impulsos explotan, se descarrilan, se olvida la causa y comienza la defensa del tú a tú, entre quien defiende el más puro derecho de salir a manifestarse, con el que cree que su trabajo es golpear y reprimir cualquier acto que le incomode y que su jefe le pida concluir.
En todas las protestas que terminan en encontronazos entre la sociedad civil y los policías, se han declarado ante la diversa Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, el abuso de poder por parte de los policías.
No importa el país, no importa la causa. Pareciera que los gobiernos creyeran que con violencia se calla y con golpes se olvida.
Pero olvidan que los jóvenes acumulan un rencor que los levanta cada mañana para salir a volver a gritar con más fuerza y ensordecer a cualquiera que se le acerque.
Pancartas de “Merino no me representa”, abundan en América, solo basta cambiarle el nombre y listo.
Es así como los fotoperiodistas se encuentran en ese momento de poder viajar y hacer esa cobertura que tanto han esperado, porque siempre hay quien espera una oportunidad, un conflicto que no sea el “de siempre” en sus respectivos países.
Ahora, aún y con riesgo del COVID-19, vale la pena para los que aún ansían esa aventura de ser testigos y documentar hechos que pasarán a la historia de países latinoamericanos.
Los jóvenes están encendidos y aún nos falta mucho por ver.