Elecciones 2024
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Recientemente vi una fotografía donde los expresidentes Evo Morales y José Mujica, de Bolivia y Uruguay, respectivamente, comían y conversaban en el legendario bar La Ópera de la Ciudad de México, con Marcelo Ebrard, canciller mexicano —por lo pronto—. (Nótese que prescindí de los lugares comunes “departían y/o compartían el pan y la sal”).

Con gusto hubiera yo pagado la cuenta con todo y el 20% de propina —propio del tiempo de austeridad franciscana— que seguramente pagó Marcelo o, mejor dicho, lo cargó a la cuenta de gastos que todo secretario de Relaciones Exteriores que se respete debe tener a expensas de los contribuyentes. Empero la cuenta no debió rebasar ni el 3% de lo que gasta diariamente en frivolidades, a costa del erario, cualquier gobernador aunque no se respete.

Pero no puedo gastar espacio en la crónica social, mi deseo es expresar que el pago de la cuenta, propina y valet parking con gusto lo haría yo con tal de estar cerca y escuchar a Pepe Mujica, el ser humano que más admiro. (El Papa Francisco y el Dalai Lama, están, respectivamente, arriba y debajo de Leonel Messi, en mi Top Ten particular).

Si en el mundo hubiera 20 políticos con la conciencia social, la honestidad y el humanismo que don Pepe derrocha —para eso no debe haber moderación— el mundo, el planeta, se salvaría de los males que nos acechan incluyendo el cambio climático y, por supuesto, el hambre y la miseria. ¿Cuándo y en dónde se ha visto un presidente que done el 90% de su sueldo para la construcción de viviendas para los pobres? Descontada su donación, durante los cinco años de su presidencia, su sueldo mensual fue de 800 dólares; renunció al automóvil oficial, se movilizaba manejando su propio Volkswagen 87; desistió de vivir en la residencia presidencial para seguir viviendo en una casa modesta a las afueras de Montevideo con un terreno relativamente grande en donde cosecha flores —su modo de vida— en el que construyó con su dinero una escuela. Frugal y moderado en sus gastos, refractario al uso de la corbata prenda que no utilizó ni en su toma de posesión, don Pepe y el lujo están más reñidos que Putin y Selensky.

En una pieza audiovisual, realizada por él mismo, que encontré en YouTube, expresa sobre su vida de guerrillero (tupamaro): “Tuve varios inconvenientes, varias heridas, unos cuantos años de cárcel, en fin, cosas de rutina en quien se mete a transformar el mundo”. Esos “unos cuantos años de cárcel” fueron, según le dijo a Emir Kusturica, para un documental: “diez y pico de profunda soledad, siete años de incomunicación total sin poder leer ni siquiera un libro”. Y sin embargo, Mujica reflexiona y confiesa al cineasta: “no sería quien soy sin aquellos años en la cárcel: sería más fútil, más frívolo, más superficial (…) más con pose de estatua”.

En el audiovisual de su creación, don José, sentencia: “O logras ser feliz con poco y liviano de equipaje o no logras nada”. Manifiesta su amor por la vida y siente ternura por ella. Su deseo es “llegar al último viaje como quien llega a un mostrador y le pide al dueño del bar: Sirva otra vuelta”.

Lectoras y lectores, me permito recomendar dos documentales y una película que se pueden contactar en Netflix sobre este ser humano excepcional llamado José Alberto Mujica Cordano, nacido en Montevideo, Uruguay, el 20 de mayo de 1936. Uno de los documentales —no recuerdo el título— fue realizado por el periodista catalán Jordi Évole, el otro titulado “Pepe, una vida suprema” fue ejecutado por el cineasta serbio Emir Kusturica; la película se llama “La Noche de 12 años” y es estrujante.

Punto final

Los dos seres que más vueltas dan después de muertos son, el pollo rostizado y la Reina Isabel de Inglaterra.