Elecciones 2024
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Aquí en México le pidieron, quizá hasta le suplicaron, al gobernador del Banco de México que se quedara unos cuantos meses más en el cargo para transitar por los inciertos meses del 2017.

En Estados Unidos es muy probable que desde el gobierno de Donald Trump y su mayoría republicana, empiecen a presionar a muchos de los actuales banqueros centrales estadounidenses para que se vayan, empezando por su presidenta, Janet Yellen.

De regreso en nuestro país, son conocidas las diferencias de opinión que han tenido a lo largo de los últimos años los titulares de Hacienda, incluso hasta el presidente, con la política monetaria que empuja el Banco de México.

Ha habido episodios complicados, uno de ellos parece que se dio recientemente entre el ejecutivo y el autónomo banco central. No eran pocos los que argumentaban que esas diferencias de opinión empujaron a Agustín Carstens a aceptar el puesto de gerente del Banco de Pagos Internacionales en la espectacular ciudad de Basilea, en Suiza.

Pero lo que está plenamente documentado fue aquella diferencia que hicieron pública el entonces gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, con quien en ese tiempo era secretario de Hacienda, Agustín Carstens y el entonces presidente, Felipe Calderón.

Desde su autonomía, Ortiz Martínez defendió la política monetaria restrictiva en sentido contrario de la laxitud que quería el ejecutivo. El resultado fue el control inflacionario, sin duda. Pero también le costó a Guillermo Ortiz la posibilidad de ganarse la designación presidencial para un nuevo mandato.

Como sea, Calderón y Carstens siempre se mantuvieron muy respetuosos de la autonomía del banco central mexicano.

Pero el modelo estridente y populista de Donald Trump podría no quedarse con las ganas de manotear en contra de la determinación de la Reserva Federal (Fed) de acelerar el endurecimiento de su política monetaria ante las amenazas de que los planes fiscales, de infraestructura y comerciales del gobierno de la Casa Blanca sobrecalienten la economía.

El periodo de Yellen al frente de la Fed termina en febrero del próximo año y puede dar por descontado que Donald Trump no la va a postular para repetir en esa posición. Tampoco lo hará con aquellos banqueros centrales que no le sean afines.

Pero antes de que pueda poner banqueros centrales a modo, desde la mayoría republicana del Congreso puede limitar las decisiones de la Fed.

Está ampliamente anunciado por el propio presidente de Estados Unidos que va por una laxitud de las regulaciones financieras, esas por las que tanto luchó la Fed.

Ya hemos visto lo que autonomía significa para el gobierno de Trump con la destitución de funcionarios, embajadores y fiscales. Hacerse del control del banco central a través del Congreso y los nombramientos que vienen son pan comido para este presidente.

La visión megalómana que prevalece desde el poder estadounidense supone que puede controlar y conciliar altas tasas de crecimiento y bajos niveles de inflación. Desde esa perspectiva, aquellos que piensen lo contrario son parte del complot.

Las consecuencias de hacerse de un banco central laxo que cometa equivocaciones de juicio con su política monetaria serían para todo el mundo.