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n día nuestra maestra de historia en El Colegio de México, Josefina Vázquez, durante unas clases sobre la Independencia trató de hacernos sentir lo que pudo haber sido, para la próspera comunidad de Guanajuato de 1810, la aparición de su ilustrado contertulio, Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Patria, convertido en el jefe de una rebelión sangrienta.

Dijo: —Es como si un día se apareciera aquí frente a El Colegio don Daniel Cosío Villegas, al frente de una turba armada de machetes, y diera la instrucción de quemar el edificio y degollar a los que estuviéramos adentro.

El Colegio de México estaba entonces en las pacíficas calles de Guanajuato de la colonia Roma, era un modesto edificio de cuatro plantas, la mayor de la cuales, la primera, estaba dedicada a la biblioteca.

Cosío Villegas era entonces el supremo sacerdote de la pequeña comunidad que era El Colegio, la cual él había ayudado a fundar, de la que había sido director exigente, donde había radicado el proyecto de su Historia Moderna de México y empezaba a plantearse el de la Historia de la Revolución Mexicana.

Creo que aquella comparación de Josefina Vázquez era una chispa salida del hogar de la enseñanza de la historia de su maestro Edmundo O’Gorman quien, como referí aquí el lunes, buscaba unir la experiencia del conocimiento de la historia a la imaginación personal, inducir la analogía del pasado con el presente de cada quien.

Lo hacía mediante preguntas que los alumnos debían responder, no porque hubiera respuestas correctas o incorrectas a ellas, sino porque les invitaba a sentir lo que la historia significaba o podía significar para ellos, lo que podía decirles sobre sus ideas, sus creencias, sus pasiones.

La historia parece lejana, pero está muy próxima a nuestro corazón en las admiraciones y los rechazos que nos provocan sus tiempos y sus actores.

El pasado vive en nosotros y nosotros en él, con más carne y hueso de lo que pensamos. Es por eso que quien pretende cambiar o reescribir el pasado puede sacudirnos más íntimamente que quien quiere simplemente gobernar el presente.