Elecciones 2024
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Como broma pasa, pero el presidente Andrés Manuel López Obrador lo dice repetidamente y tan en serio que pone los pelos de punta: “El que lucha por la justicia no tiene nada que temer…”.

La recurrente baladronada refleja un preocupante convencimiento, ya que inclusive se ufana de que su Jetta no es blindado, porque confía en que “el pueblo” (bueno y sabio según él) lo “cuida”.

No lo amilana siquiera la reciente amenaza en una manta que un grupo huachicolero del crimen organizado (aparentemente del cabecilla de la banda Santa Rosa de Lima) dejó en una camioneta con supuestos explosivos en Salamanca, Guanajuato. “No vamos a caer en ninguna provocación, no vamos a hacer caso a ningún acto de intimidación, tenemos nuestra conciencia tranquila”, arguye. De su confianza en que puede andar como Pedro por su casa son muchas las voces que desde que andaba en campaña se han levantado para que tenga un equipo profesional de protección, si no tan aparatoso como el extinto Estado Mayor Presidencial, cuando menos eficiente y suficiente. Entre las voces alzadas en tal sentido ha estado la de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, pero AMLO es obstinado, terco, tozudo. Como si fuera una gracia, presume de pensar así, llegando al extremo de enorgullecerse de ser “necio” (lo cual implica estulticia o tontería), no importándole que la seguridad que se le sugiere no es únicamente para su persona, sino por algo que lo trasciende: la institución presidencial, condición que encarna, pero da la impresión de no haberla entendido.

Con la debida proporción guardada, mi madre vivió 73 saludables años presumiendo siempre jamás ir al médico, y se reía de que yo le dijera que su alarde me avergonzaba porque jactarse de su vitalidad revelaba una ignorancia que causaba pena, como lo demostró el derrame cerebral que la fulminó.

Centenares de policías y soldados; jueces y magistrados, agentes del MP, procuradores y subprocuradores implicados en “la lucha por la justicia”, han terminado asesinados, y aun los superhéroes de las historietas tienen su talón de Aquiles, y Superman le tiene pavor a la kryptonita.

Falso en absoluto que el pueblo que dizque lo “cuida” sea “bueno” y “sabio”. La generalización es tan temeraria como cándida que incluye no solo a decenas de miles de rateros de todo tipo de objetos y dinero; asaltatrenes, autobuses de pasajeros y huachicoleros, sino asesinos que en pandillas tumultuarias perpetran linchamientos.

Entre los requisitos para ser Presidente de la República no figuran, dicho sea de paso, la valentía, la honradez, la “austeridad republicana” ni la “pobreza franciscana” invocadas por López Obrador, cuyo pregón “el que lucha por la justicia no tiene nada que temer”, por más que así lo crea, suena a bravuconada, a fanfarronería, a arrogancia, a charlatanería…