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Si algo realmente malo nos dicen las encuestas de El Financiero y El Universal sobre las preferencias electorales para la elección del 2018, es que la fragmentación del voto puede crecer.

Es una mala noticia porque la fragmentación del voto produce mayorías débiles y las mayorías débiles, o la falta de mayorías sólidas, son un problema grave para la gobernabilidad democrática.

Lo estamos viendo en estos días en España, en el contexto de un régimen parlamentario, que tiene un mecanismo explícito para formar gobiernos de mayoría absoluta, incluso si ésta se obtiene por la abstención de algunos de los partidos en la votación de investidura del gobierno.

El mecanismo consiste en que mientras alguien no alcance, por los votos o por la negociación, la mayoría absoluta en el parlamento, no puede haber nuevo gobierno.

En México elegimos Presidente por seis años aunque el gobierno electo tenga minoría en el Congreso. Esto, que ha sucedido desde el año 2000, pone a los presidentes electos en una posición de debilidad institucional crónica a la hora de gobernar.

Quizá esta debilidad sea el origen de algunas de las decisiones de mayores consecuencias negativas que haya tenido nuestra democracia.

Pienso en la decisión del presidente Fox de repartir generosamente el presupuesto federal para llevarla en paz con el Congreso.

Pienso en la decisión del presidente Calderón de fortalecerse lanzando la guerra contra las drogas, una de las pocas decisiones importantes que podía tomar sin consultar con el Congreso.

Pienso en la construcción del Pacto por México que permitió negociar por fuera del Congreso las reformas del presidente Peña Nieto, pero acabó desdibujando y diluyendo a la oposición, y debilitando a la democracia mexicana.

Las encuestas citadas anticipan para el 2018 una fragmentación mayor que la de las elecciones de Fox, Calderón o Peña Nieto: una elección en la que el Presidente podría ser electo por menos de 30 por ciento.

Es lo que obtienen de hecho los punteros de las encuestas: 26 por ciento Margarita Zavala, en El Universal, 22 por ciento López Obrador, en El Financiero. Un horizonte de gobernabilidad más débil que el de Fox, Calderón o Peña Nieto.

La pluralidad es la esencia de la democracia, pero la fragmentación excesiva puede ser su tumba.

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