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Con excepción de los “otros datos” del Presidente, todo lo demás que diga el gobierno con respecto al comportamiento de la economía mexicana se puede acomodar a las estadísticas disponibles.

Sólo que es de esperarse que las consideraciones de los funcionarios de la Secretaría de Hacienda estuvieran más a la altura de expertos que de los propagandistas, pero es lo que hay.

Como sea, los resultados de la economía al cierre del 2023 son más alentadores que los obtenidos durante la primera mitad del sexenio, pero tampoco están para presumir que México lleva tres años creciendo por arriba del promedio histórico.

La realidad es que, si tomamos a la gente, al pueblo, como base de las comparaciones económicas el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, esa repartición del tamaño de la economía entre los mexicanos difícilmente podrá cerrar el sexenio en los niveles que tenía en el 2018.

La sorna desde el oficialismo es en contra de los analistas que pronosticaban ese año una expansión del PIB de apenas 0.9% y que al final, de acuerdo con la primera lectura del Inegi, la economía terminó con una expansión de 3.1 por ciento.

Y ya encarrerados lanzan su pronóstico de hasta otro 3.5% de crecimiento para este año.

Es mucho esperar de la autoridad fiscal que reconozca que la economía mexicana se mueve por las enormes carretadas de recursos públicos destinados al gasto asistencialista o que la construcción se disparó por las obras emblemáticas del Presidente que, una vez terminada la fase de edificación, difícilmente contribuirán al desarrollo, como el aeropuerto desierto Felipe Ángeles.

Pero sí podían ponderar y advertir lo que implica la economía de Estados Unidos en los resultados nacionales.

Si la economía mexicana creció más de 3% en lugar del esperado menos de 1% fue porque la economía estadounidense no cayó en recesión, no por la mala fe de los analistas neoliberales que esperan que le vaya mal al gobierno de la Cuarta Transformación.

Si las estimaciones fallaron en algún lugar fue justamente en Estados Unidos. No eran pocos los que estimaban que los efectos de una política monetaria tan restrictiva y con tasas de interés tan repentinamente altas habrían de implicar un resultado negativo en la economía, sobre todo al cierre del 2023.

Pero falló el pronóstico, el mercado laboral resistió, mucho tiene que ver también con los estímulos fiscales del gobierno demócrata, y el consumo se mantuvo.

Si hay quien compre en la economía más grande del mundo, pues entonces hay buenas noticias para el principal proveedor externo de mercancías de ese país.

Hay evidentemente un discurso político-electoral entre las autoridades de un gobierno dominado por el ejercicio de la propaganda y más cuando México entregó las peores cuentas económicas tras la pandemia de Covid-19 entre los países de niveles de desarrollo similar.

Otra vez, no es de esperarse que la Secretaría de Hacienda se sincere y acepte que México depende de Estados Unidos y que el ejercicio deficitario del gasto público es un riesgo serio para las finanzas públicas, pero desprestigiar a quien desde el análisis privado advierte esos peligros es política facciosa, no trabajo de un técnico.