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Tesla, la firma de autos eléctricos de Elon Musk, tiene un plan con miras al año 2050. Es una estrategia de más de un cuarto de siglo para construir “gigafábricas” en diferentes partes del mundo para satisfacer la esperada demanda de transporte de tecnología eléctrica proyectada para entonces.

Esa visión de largo plazo de la armadora es la misma que han tenido otras empresas automotrices que en su momento desarrollaron la tecnología de combustión interna. Y, de hecho, es la visión que tienen las grandes empresas del mundo de proyectar sus crecimientos y sus proyectos por décadas.

Y ante una visión de desarrollo global y de largo plazo, el presidente Andrés Manuel López Obrador busca que Tesla tome una decisión que beneficie a su aeropuerto Felipe Ángeles antes de las elecciones.

Como sea, la gigafactory de Alemania se construyó en un tiempo récord de 19 meses. Así que, aun si el Presidente se saliera con la suya, es muy probable que el primer vehículo ensamblado en este país de la marca Tesla no lo pueda ver López Obrador en lo que le queda de su mandato constitucional.

Más allá de eso, si una empresa, que tiene metas de rentabilidad, con una visión de negocios global y de largo alcance, no ve en este momento las condiciones para invertir en México, por ese empecinamiento del régimen, simplemente puede decidir esperar tiempos mejores. Unos meses y ver qué rumbo toma este país.

Esto es algo que la autocracia de López Obrador se resiste a aceptar. Tratar de imponer un modelo egocéntrico que todos tienen que aceptar.

Estaba tan seguro López Obrador del rotundo éxito que sería su autollamada Cuarta Transformación que tenía planes de arrasar en las elecciones intermedias y de que todo el mundo se convenciera de las bondades de su modelo, que se instauraría en México por aclamación.

Evidentemente no ha sido así. El México que ubicaba como materia prima de su 4T cambió hace muchas décadas y no había forma de regresar a esos modelos de control estatal de la producción, de la comunicación y de la política nacionales.

Así que, si no se pudo la implementación por aclamación, lo que sigue es esto: la vía de la imposición.

El “no hay agua en Nuevo León” para Elon Musk es el equivalente del plan B para el sistema electoral. Es el descarado esfuerzo presidencial para imponer su voluntad. Hidalgo para Tesla, Morena para los electores. No hay más.

Simplemente, el México proyectado por López Obrador, de controles estatales en los energéticos, de confrontación de clases sociales, de crecimiento del crimen y ausencia de Estado de derecho, de una voz única que controle los poderes y hasta los resultados electorales, ese México es incompatible con la visión de las grandes empresas y de los propios ciudadanos de este país.

La amenaza a las reglas democráticas es real, está en marcha ahora mismo en el Senado, pero los resultados pueden ser desastrosos para todos, incluido el régimen.

Un desvío de las reglas democráticas que han funcionado en México durante tres décadas puede provocar algo más que perder una inversión automotriz.