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Orgullo, eso es lo que hay que sentir cuando vemos que Agustín Carstens recibe el XIX Premio de Economía Rey de España de manos del rey Felipe VI.

También hay un toque de nostalgia al ver a este mexicano que hoy no está en la posibilidad de apoyar a su país con su experiencia en materia fiscal y monetaria.

A Carstens se suman otros tantos mexicanos expertos en temas económico-financieros que hoy están en otras actividades o en otras partes del mundo, a pesar de que en este momento sería indispensable contar con ellos en el sector público.

Claro que es imposible en estos momentos de la realidad política mexicana pensar en personajes de las grandes ligas cuando estamos estancados y en franco retroceso.

El caso específico de Agustín Carstens resulta más que emblemático en estos tiempos en los que las políticas monetarias han cobrado una gran relevancia por la necesidad de luchar contra las altas tasas de inflación en el mundo.

Lo sucedido ayer en los mercados es muy representativo de la urgencia de tener un banco central que no solo sea agresivo con su política monetaria, como lo es hoy el Banco de México, sino que también tuviera una mayor presencia entre los agentes económicos para que un discurso firme respaldara su política restrictiva.

En su comparecencia ante la Comisión de Banca del Senado de Estados Unidos, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), dijo que ve una economía estadounidense fuerte y sin suficientes señales de una desaceleración de la inflación, sobre todo en el sector servicios, lo que haría necesario continuar con los incrementos en las tasas de interés.

Así, sin moverle ni un punto al costo del dinero, Powell logró el efecto de que los mercados compraran el mensaje de intransigencia del banco central estadounidense con las presiones inflacionarias.

Eso es lo que hace un banquero central influyente. Claro, es la Reserva Federal y no hay otra entidad monetaria en el mundo con ese nivel de poder en los mercados. Pero cuando se hacen escuchar las instituciones pueden tener mejores efectos que sólo aplicar la medicina de las tasas de interés a secas.

El tema es que esas palabras contundentes de Powell provocaron, entre otros efectos, una depreciación del peso mexicano frente al dólar de 1%, porque los mercados ya escucharon el rumbo de la Fed sin escuchar una voz fuerte, clara y contundente desde el Banco de México.

En su discurso de aceptación del XIX Premio de Economía Rey de España, Carstens dijo que las políticas monetarias restrictivas deben perdurar hasta que el trabajo esté hecho, porque de no hacerlo, la credibilidad de la política monetaria se vería cuestionada y de paso la de los bancos centrales autónomos responsables de su aplicación.

Este discurso puesto en la voz del titular del Banco de México sería una señal clara y lógica que quisieran escuchar los mercados. Pero lo dice el Presidente del Banco de Pagos Internacionales.

No es nada diferente ni contrario a los criterios actuales de la política monetaria mexicana, la diferencia está en hacerse escuchar y no permanecer en ese extraño y temeroso silencio del Banxico.

Las palabras contundentes de Powell provocaron, entre otros efectos, una depreciación del peso mexicano frente al dólar de 1%, porque los mercados ya escucharon el rumbo de la Fed.

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