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Cuando se habla de medicamentos se dice que hay efectos secundarios al beneficio curativo que se pretende con la droga.

Las operaciones militares justifican los efectos colaterales, cuando hay víctimas inocentes que no eran el objetivo de algún operativo.

Y pues en esta guerra que se libra contra la inflación por parte de los bancos centrales del mundo, el medicamento monetario que se aplica tiene invariablemente efectos secundarios o colaterales que los bancos autónomos deben considerar si son tolerables o no.

Un banco central como la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), tiene un mandato dual. Tiene que cuidar el poder de compra de su moneda, el dólar, pero al mismo tiempo tiene que procurar que en su economía haya pleno empleo, esto es, que haya crecimiento económico.

En este balanceo que tienen que hacer los integrantes del Comité de Mercado Abierto de la Fed hay ocasiones en que deben cargarse completamente de un lado y claramente descuidar el otro.

Ya lo vimos durante muchos trimestres, vamos durante muchos años, que la Fed llevó sus tasas de interés no solo por debajo de los niveles de equilibrio con la tasa de inflación, sino de plano al cero absoluto de rendimiento.

Este cargo total hacia el lado del privilegio del crecimiento económico no fue realmente criticado por nadie, porque la economía gozó de dinero muy barato para el consumo y el privilegio de la inversión física en Estados Unidos.

Pero sí implicó la advertencia de muchos analistas que anticiparon esa salida de capitales hacia los mercados emergentes que, con sus diferentes grados de confianza, ofrecían mejores rendimientos financieros a los capitales.

También, quedó plasmada la advertencia de los efectos secundarios, de esos daños colaterales, que se podían generar en la propia inflación, por ejemplo, en el mercado inmobiliario.

La crisis llegó de forma repentina, pero fue por los canales sanitarios con la pandemia de Covid-19, lo que llevó primero a un derrumbe económico, compensado con las tasas de interés en cero. Y, después, a burbujas inflacionarias que implicaron un cambio rápido y radical en la política monetaria.

Hoy, tras muchos trimestres de presiones inflacionarias importantes, la Fed quiere cargarse al lado contrario y privilegiar el combate a los precios altos sobre el propio desempeño de la economía.

Ese mensaje en el Senado estadounidense de Jerome Powell, presidente de la Fed, es una alerta de que, si en algún momento la jugada radical fue derrumbar las tasas de interés en el nombre de la recuperación económica, hoy podrían brincar al otro extremo en donde una desaceleración, y por qué no, una ligera recesión, podrían ser tolerables en el nombre de combatir, con todo, la persistente alta inflación.

La reacción de los mercados fue virulenta porque el titular del banco central de Estados Unidos describió que ve margen de maniobra en la fortaleza económica estadounidense como para arrastrar la carreta hacia el lado del combate total e intransigente de la inflación.

Esto implica que un efecto secundario de la medicina monetaria, uno de los daños colaterales de la operación militar de las tasas de interés de la Fed, se habrá de sentir en los mercados emergentes que en algún momento vivieron de las mieles de la inundación de dólares de años pasados.