El problema es que es justamente en este cierre de gobierno cuando se intentan las peores tropelías en contra de la estructura democrática del país
Si Andrés Manuel López Obrador cree que tiene el poder de tomar decisiones que le corresponden a uno de los empresarios más ricos del mundo como Elon Musk, ¿qué pueden esperar los hombres de negocio de este país?
Tesla se encargará de evaluar sus costos de oportunidad y tomará la decisión si invierte o no en México. Nadie va a obligar a Musk a hacer algo que sea contrario a sus intereses. Esa planta puede instalarse en donde quiere López Obrador, en otro país, o construirse después de que se vaya López Obrador solo si así conviene a ese empresario.
Hay empresas extranjeras que no tan fácilmente pueden alejarse de este mercado y entonces aceptan la extorsión política. Como el caso de la cervecera que estaba lista para ser inaugurada en Mexicali. Su costo de oportunidad les dio para aceptar la irrechazable oferta de reconstruir su planta industrial en Veracruz y olvidarse de surtir cervezas a California.
El modelo autocrático es contrario a las voces gremiales o autónomas y eso se nota en el desmantelamiento de los organismos autónomos del Estado, se nota en la intentona en curso de “destazar” al Instituto Nacional Electoral y es evidente en la forma como se han apagado las voces sindicales y empresariales.
La mayoría de los empresarios mexicanos de mayor calibre han optado por capotear al régimen. Han tenido que aceptar negociaciones desventajosas, castigos presupuestales, pagar platos rotos de funcionarios del régimen, entre otras tantas cosas. Al final, esperan que cuando los políticos se vayan, ellos se queden con sus negocios a esperar a la siguiente camada de gobernantes.
Algunos otros, con empresas grandes y de convicciones más firmes, sí han tenido que pagar las consecuencias, ya sea en sus negocios o en sus personas como blanco de injurias en las mañaneras. Menos discretos, también esperan tiempos mejores.
Pero de la voz de las organizaciones empresariales, ni hablar. Se han apagado, alineado o simplemente han perdido foros para levantar la voz.
Uno de los casos más lamentables, por su historia y su protagonismo en el pasado, es el Consejo Coordinador Empresarial. Nació como oposición al populismo de los años 70 del siglo pasado y ahora se ha dejado achicar hasta prácticamente desaparecer del escenario público que necesita de esas voces.
La Confederación Patronal de la República Mexicana ha mantenido una voz más proactiva, pero sí tienen un sesgo político que los hacen tener una presencia fuerte pero militante.
Y el Consejo Mexicano de Negocios, que es un grupo poco numeroso pero que representan 17% del Producto Interno Bruto, tampoco ha optado por tener una voz que se pueda abrir camino en la estridencia del monólogo matutino de López Obrador.
Ahora Rolando Vega Sáenz es el nuevo presidente de este Consejo si bien habla de la urgencia de tener un Estado de derecho y certidumbre para las inversiones, seguro que el consenso interno será que es mejor esperar los 19 meses que le faltan constitucionalmente a esta administración.
El problema es que es justamente en este cierre de gobierno cuando se intentan las peores tropelías en contra de la estructura democrática del país.
Y es en este momento cuando hace falta levantar esas voces.
Porque una política de avestruz no va a salvar la estructura democrática de México.