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Empieza a darse una combinación entre una inflación alta, que no acaba de iniciar el proceso de retorno a los niveles que dicen aceptar los bancos centrales, y una desaceleración en el ritmo del rebote tras la crisis por el confinamiento derivado de la pandemia de Covid-19.

El plato fuerte de la reunión de octubre del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) será la suerte de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, quien parece atrapada en un posible conflicto de intereses durante su paso por el BM.

Ese podría ser un escándalo que además involucra a China, pero más allá de los titulares que pueda arrojar la resolución en torno a Georgieva, mañana el FMI actualizará sus estimaciones de crecimiento de la economía mundial, incluidos por supuesto Estados Unidos y México, y hay la expectativa de una revisión a la baja.

Por ahora, lo que hay son datos duros que confirman que aquella recuperación de primavera, con expectativas de presiones inflacionarias temporales, se encamina hacia el escenario de un crecimiento más lento, con cuellos de botella en la producción de materias primas energéticas, de bienes intermedios y con problemas de logística.

Los precios del petróleo en Estados Unidos alcanzaron el viernes pasado niveles superiores a 80 dólares por barril, un nivel no visto desde el 2014, con los consecuentes incrementos de sus derivados y asociados como el gas LP y las gasolinas, por ejemplo.

El gas natural acumula ocho semanas de incrementos en los precios en Estados Unidos y está 50% más caro que en julio pasado.

Otro dato que cimbró a los mercados fue el de las nóminas no agrícolas de Estados Unidos. Durante septiembre pasado se crearon apenas 194,000 nuevas plazas laborales, la cifra más baja del año y el segundo mes consecutivo a la baja.

Para darnos cuenta de la sorpresa del dato, el mercado esperaba la creación de medio millón de empleos el mes pasado. Así que no está tan descontado este proceso de ralentización de la economía.

Y está la inflación que se alimenta de esos aumentos en los precios de los energéticos y que en México está al doble de la meta del Banco de México. Un registro del Índice Nacional de Precios al Consumidor de 6% de inflación anualizada en septiembre, contra 3% del objetivo del banco central.

Esto garantiza que la Junta de Gobierno, al menos una mayoría, mantenga una política monetaria restrictiva y se registren dos aumentos de la tasa de referencia en las dos reuniones de decisión de política monetaria que le quedan al año.

Y el tipo de cambio, que, si bien muestra los efectos de la volatilidad global, no deja de tener ese componente interno de un gobierno autodestructivo que en plena tormenta financiera le hace un hoyo en la coraza del barco nacional con su contrarreforma energética.

Y como colofón están las advertencias de los expertos sanitarios que aseguran que no podemos dar por concluida la pandemia ante la falta de una vacunación extendida, el exceso de confianza de ciudadanos y autoridades y las posibles variantes de un virus que ha mostrado mucha efectividad para sobrevivir.