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Otra vez en septiembre un escalofrío eriza la piel de los participantes en los mercados ante la posibilidad de que un gigante, de esos que dicen que son muy grandes para fallar, pudiera caer y arrastrar a todos.

Hace 13 años la creatividad de la ambición en los mercados les dio la vuelta a las reglas de los mercados financieros estadounidenses y generaron una enorme bola de nieve con aquellos créditos hipotecarios impagables.

El banderazo de salida para aquella crisis financiera global fue la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, una institución con más de 150 años de existencia que gozaba de esa fama de ser muy grande para fallar.

El efecto dominó de haber permitido la quiebra de esa institución financiera sólo paró hasta que el gobierno estadounidense abrió de par en par las arcas públicas para rescatar a las grandes firmas.

Tras ese episodio, que contagió al mundo entero, surgieron cuestionamientos a las autoridades estadounidenses sobre la calidad de su regulación financiera, por la veracidad y apertura de la información en los mercados y de paso por la tardía actuación del gobierno estadounidense para evitar aquella quiebra de Lehman Brothers que desató la debacle.

Hoy el mundo se enfrenta a un episodio similar que no sabemos los alcances que pueda tener. Pero si atendemos al tamaño del problema, al país que es epicentro de la crisis y la primera reacción de los mercados, podríamos estar en la antesala de algo grande, muy grande y costoso.

Otra vez el mercado inmobiliario, pero ahora no en Estados Unidos sino en China. Eso añade un suspenso adicional a la trama, porque si la crisis subprime en Wall Street se dio por falta de información suficiente, podemos imaginar lo que implica la ausencia casi total de lo que pasa con la economía y las finanzas chinas donde todo está controlado y es un secreto.

El gigante en la cuerda floja es Evergrande, una empresa inmobiliaria gigante, como son muchas empresas chinas, que se indigestó con un negocio que alcanzó dimensiones titánicas.

En un afán de crecer más rápido que sus posibilidades reales de desarrollo Evergrande contrajo una deuda que hoy supera los 300,000 millones de dólares. En ese mal cálculo de sus flujos, esta semana debe pagar 80 millones de dólares que simplemente no tiene y ahí se desata el pánico.

No es una repentina falta de liquidez, esta empresa lleva meses tratando de reordenar sus inversiones para tratar de salvarse. Pero hoy se nota en el mundo porque llegó el día de pagar a sus acreedores y simplemente no tiene lo suficiente en la caja.

Por el tamaño de la empresa, por lo que puede implicar como indicador de la salud misma de la economía china y por el rápido efecto dominó en el mundo de un evento de impago de este tamaño es que vimos esa reacción de derrumbe ayer en los mercados financieros.

Es un monstruo de empresa, es todavía tiempo de pandemia y sus consecuencias económicas y es China con sus grandes secretos financieros al mundo. Es más que suficiente para generar un pánico global que tiene que frenarse rápido antes de inscribir otra fecha de debacle mundial en el calendario.