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Los niveles de audiencia del pasado debate presidencial muestran algunos datos interesantes que vale la pena considerar.

De los espectadores, 82% tienen acceso a Internet, 55% de la audiencia fue de mujeres, 47% de los que lo presenciaron pertenecen a niveles socio económicos medio y alto, y el principal tema que les interesó fue la corrupción.

Fueron 11.8 millones de ciudadanos los que atendieron ese primer debate y es, en todo caso, entre ellos que se genera gran revuelo por el llamado post debate.

Pero hay que saber que el padrón electoral de México supera 100 millones de personas, no necesariamente todos en territorio nacional, y de ellos 97 millones 540,000 tienen credencial para votar vigente.

La realidad es que la atención que los electores ponen en este tipo de ejercicios es marginal comparado con el número de potenciales votantes y muchos menos ponen atención a toda la discusión y al análisis mediático de esos encuentros entre candidatos.

Suele ser un pequeño círculo de ciudadanos el que atiende a los opinadores que alimentan el post debate y regularmente con clientelas bien definidas que no van a cambiar el sentido de sus votos.

Lo que sí puede trascender durante la segunda mitad de las campañas electorales son los ajustes que hagan los equipos de las candidaturas como resultado de la discusión del círculo rojo sobre el resultado de ese primer debate.

El primero que seguro va a plantear cambios en la campaña de su corcholata será el presidente López Obrador quien no deja de intervenir, todos los días, en el proceso electoral. Es un hecho que el Presidente de México viola la legislación electoral que él mismo promovió como opositor y la temerosa autoridad electoral se lo permite.

Las encuestas serias que miden el desempeño de López Obrador dejan ver con claridad su enorme popularidad personal contra una baja aceptación de sus políticas de gobierno y eso se dejó sentir en las preguntas que se realizaron en el debate del domingo pasado.

Claro que a López Obrador no le gustó que su candidata no se enrollara en la bandera del lopezobradorismo y se lanzara al precipicio a defender lo indefendible, en materia de salud, educación y combate a la corrupción.

La candidata del oficialismo evitó un suicidio político y mejor ignoró a todos en el debate, incluida esa defensa de lo que López Obrador cree que se ha hecho bien, pero que los electores reprueban.

Ese será un jaloneo interesante en la candidatura oficial y ya veremos en participaciones futuras si surtió efectos o no el enojo en Palacio.

En la candidatura opositora tienen que medir bien las limitaciones propias y ver si lo compensan con entrenamiento mediático o de qué forma. Pero el debate del domingo dejó al descubierto que tienen trabajo pendiente.

Y ya. Ah bueno y quizá por ahí ensayar una sonrisa menos falsa y caricaturesca del candidato del amigo Dante.

El punto es que son definitivamente muchos más los que se enfilarán a votar el 2 de junio sin tener contacto ni con las propuestas ni con los debates. Son millones los que desafortunadamente llegarán con poca información a las urnas a ejercer su derecho al voto.