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En sus propios conteos el gobierno federal identifica que por cada nota positiva a la contrarreforma energética hay 10 notas que llaman negativas. Son conocidos sus criterios de separación entre los que consideran buenos periodistas al servicio del pueblo y aquellos a los que consideran opositores, neoliberales, neoporfiristas. En fin.

El punto es que a diferencia de otros temas donde logran mayor resonancia positiva en la prensa, aquí les cuesta trabajo encontrar quién pueda poner sobre la mesa argumentos medianamente válidos para justificar este salto atrás en materia de energía.

Hay, eso sí, muchos insultos y amenazas desde la tribuna y en los medios de comunicación afines, pero hay una ausencia casi total de especialistas que avalen el plan de regresar al país a la segunda mitad del siglo XX.

Con toda y esa desproporción en el análisis de la contrarreforma y que acepta el propio departamento de propaganda del gobierno, hay una voz claramente ausente en la defensa abierta del sector privado y esa ausencia es la de la representación empresarial.

Es hasta cierto punto comprensible que los dirigentes de los organismos del sector privado agrupados en el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) no quieran enfrentarse a la ira presidencial si se atreven a levantar la voz para, simplemente, defender sus derechos.

Una muestra del nivel de reacción de López Obrador la tuvimos ayer cuando se paró frente a la foto de los participantes de una reunión de dos organismos claramente opositores, de la Alianza “Va por México”, conformada por PRI, PAN y PRD, y la organización de la sociedad civil “Sí por México”, y desde ahí el Presidente los llamó promiscuos políticos.

Obviamente que desde el CCE prefieren esperar en su trinchera a que pase el tiroteo y por ello mandan mensajes muy suaves, tímidos, sólo para intentar defenderse de las acusaciones que una mañana sí y otra también les lanzan desde la máxima tribuna política del país.

No hay una discusión de argumentos sobre la contrarreforma energética porque no hay expertos que la avalen, lo que prevalece es la estrategia cotidiana de desprestigio y argumentos falsos, como el habitual modus operandi de la 4T.

Esa estrategia se ha utilizado para destruir las cadenas de suministro de los medicamentos, para acabar con los fondos y fideicomisos, para aniquilar a los organismos autónomos, para cancelar el aeropuerto y ahora como argumentos para buscar la aprobación de la contrarreforma energética.

Está en marcha un debate dispar. Por un lado, está toda la fuerza de un gobierno, el más poderoso que ha tenido este país al menos en lo que va del siglo. Ante eso, es difícil emprender un discurso de oposición sin recibir algún tipo de respuesta encolerizada.

Pero es también un debate dispar porque del lado de los promotores de la contrarreforma no hay muchos argumentos válidos para echar por tierra lo construido y por eso les salen tan dispares sus mediciones de notas y artículos sobre el tema.

Como sea, los empresarios, que tienen una carretada de argumentos válidos para defender su posición, deberían ser más proactivos en este debate.