México tendrá que esperar otros tiempos políticos para poder contar la historia de su fracaso como país en el manejo de esta crisis sanitaria y económica global
Hace tres años la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente que el mundo enfrentaba la pandemia del SARS-CoV2.
El primer caso oficialmente reconocido de este virus bautizado como Covid-19 fue informado por las autoridades chinas a principios de diciembre del 2019 y desde ese entonces se ha mantenido la versión de que fue un contagio de animal a humano que se dio en el mercado de mariscos del sur Wuhan, capital de la provincia central de Hubei.
El primer caso fuera de China se registró en Japón a principios de enero del 2020, en ese mismo mes se documentaron los primeros casos en Estados Unidos y en Europa.
A lo largo de estos tres años se han tejido historias de éxito y fracaso en el manejo de la emergencia.
Ahí está Japón con una de las tasas más bajas de mortalidad por el SARS-CoV2, con menos de 70,000 muertes registradas. Aunque con la realidad que hoy enfrentan repuntes en los decesos por la baja inmunidad de su población.
Estados Unidos, con una de las tasas más altas de mortalidad, desplegó todo su poder económico para salir rápidamente de la recesión que provocó el confinamiento por la enfermedad.
Mientras que México contó una de las peores historias de respuesta oficial ante la enfermedad y la crisis económica. Con una cantidad indeterminada de personas muertas por el virus, pero que superaría los 600,000 decesos y con una de las caídas del Producto Interno Bruto más pronunciadas del mundo, por la falta de respaldo gubernamental a su gente.
México tendrá que esperar otros tiempos políticos para poder contar la historia de su fracaso como país en el manejo de esta crisis sanitaria y económica global.
Por lo pronto, la historia que ahora puede condicionar los equilibrios geopolíticos pasa por la estrategia de demócratas y republicanos en Estados Unidos, de apuntalar la teoría de que este virus que cambió la historia del mundo tuvo su origen en el Instituto de Virología de Wuhan y no en la desafortunada coincidencia entre un murciélago, un pangolín y un ser humano.
La versión informada por China, aceptada por la OMS y popularizada entre la opinión pública mundial, habla de ese traspaso entre especies, con lo que se ha dejado la hipótesis de la filtración desde un laboratorio como una teoría de la conspiración.
Sin embargo, apenas este viernes pasado, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos votó de manera unánime para que se haga pública la información de los servicios de inteligencia (ya ven que así les dicen a los espías) respecto al origen de este coronavirus.
Esta ley aprobada por 419 representantes ya había recibido el visto bueno en el Senado, que fue la cámara de origen, y ahora da tres meses para que se desclasifique esa información y se haga pública.
La reacción china ante este proceso político en Estados Unidos ha sido furibunda y amenaza con escalar una separación diplomática que de hecho ya está en proceso y que hoy pasa por las enormes diferencias comerciales, políticas y militares.
Con este frente abierto necesariamente tiene que suceder algo para esclarecer el origen de la enfermedad. Pero, en el camino, las respuestas pueden provocar más estragos a los ya vividos en estos tres años de pandemia.