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Muchos tratamientos médicos tienen efectos secundarios. Ni hablar de los esteroides o la cortisona que ahora se usan para tratar la Covid-19. Hay medicamentos que han salvado la vida de millones de personas, pero que pueden acarrear otra clase de secuelas.

En la economía sucede algo similar. Hay pacientes económicos, como la economía mexicana, a la que sus autoridades simplemente dejan morir, no le inyectan recursos de salvamento para que no suba la deuda, cuando lo prioritario era salvar la vida de los agentes económicos. Eso pasa cuando ya no están los doctores y se busca la curación con los consejos de la abuela. En fin.

Pero en el mundo, muchos de los planes de estímulo que se han aplicado desde el primer momento en que se sintieron los efectos en la economía de la pandemia, habrán de traer secuelas económico-financieras importantes. Todas las crisis tienen consecuencias.

Pero, otra vez, lo importante era salvar a los individuos antes que cuidar las bonitas gráficas de la estabilidad macroeconómica de muchos países.

Llegará el momento en que la deuda y los desequilibrios presupuestales tendrán que compensarse con mayores ingresos fiscales que serán políticamente impopulares. Medicina amarga, pero se habrán salvado muchas vidas económicas en esos países.

Hay otra secuela de la que hoy se empieza a hablar con más intensidad en los mercados y esa es la inflación.

Con excepción de los productos alimenticios, la mayoría de los precios de las economías sufrieron una despresurización propia del derrumbe en la demanda.

Pero el proceso de salvamento de las economías, de los países donde sí entienden que lo importante es la gente y no los balances presupuestales, han incluido los esteroides financieros.

Marcadamente Estados Unidos ha tomado toda clase de medidas fiscales y monetarias para rescatar su economía y llegará el momento de pagar facturas. Eso de la deuda y los desequilibrios fiscales no es un tema de preocupación para Washington D.C., porque ellos son los dueños exclusivos de esa maquinita que imprime esos dólares que todo el mundo quiere.

Pero la inflación es diferente, es un monstruo de mil cabezas. Lo que por ahora se discute es el nivel de tolerancia que tendrá el gobierno de Joe Biden, en la persona de su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y en especial la Reserva Federal, de Jerome Powell, con un incremento en los niveles inflacionarios.

Por lo dicho hasta ahora, aquella meta de 2% puede ser temporalmente flexible. Esa posibilidad ha quedado expresa desde hace meses y este es el momento de retar ese dicho.

Pero la inflación es peor que la humedad, si no hay los controles adecuados puede aumentar rápidamente. Así que, sin tenerle miedo a la inflación, ante el nivel de caída de la economía, puede ser una de las secuelas de esos tratamientos de caballo que han recibido las economías del mundo.

Y, lo que son las cosas, en México, donde se ha dejado morir a los pacientes económicos, también nos puede llegar esa ola inflacionaria del mundo y tener secuelas de una medicina que no se aplicó.