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El NAIM ahora es conflicto interno - 03-prev-naim-260418jpg-1348255499
Foto de El Economista

Uno de los temas que resultó más rentable a Andrés Manuel López Obrador para hacer campaña y ganarse el voto de mucha gente fue su oposición a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).

Una obra iniciada, con un avance notable, con una urgente necesidad de contar con él. Por lo tanto, una discusión tan inútil como la que en su momento inició para oponerse al horario de verano.

Lo importante no era la sustancia sino el efecto entre millones de personas que razonaban que no estaba en sus planes y posibilidades subirse a un avión, por lo tanto, no usarían esas instalaciones y, en consecuencia, apoyaban la postura opositora populista de su candidato.

La alternativa para los que sí levantaban la ceja ante la evidente saturación del viejo (viejísimo) aeropuerto de la capital del país era la construcción de dos pistas en la terminal militar número uno, en Zumpango, Estado de México.

Incluso dentro del equipo del candidato, los que viajan frecuentemente en avión, veían como inviable la propuesta. Pero si lo decía López Obrador, pues palabra de dios.

Hasta ahí, todo dentro de las tácticas de campaña de un populismo que encendía a los feligreses y que al final triunfó.

Pero regresar con el discurso de cancelar el NAIM para construir pistas en la base de Santa Lucía en plena etapa de transición es algo sin sentido.

Si hasta el propio candidato ya abandonó algunas de sus más atractivas e insensatas propuestas, como aquella de congelar los precios de las gasolinas.

Ahora resulta que aquel que podría ser el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, no sólo insiste en la idea absurda de cancelar el proyecto ya tan avanzado del NAIM, sino que le pone un giro del más extremo de los populismos: quiere someter una obra de infraestructura estratégica, que tiene carácter de seguridad nacional, a una consulta popular.

Son este tipo de posiciones las que reviven los miedos de lo que pueda venir con el siguiente gobierno, justo cuando la sensatez de muchos de sus futuros integrantes disipaba algunas dudas.

Lo curioso de todo es que estas posturas incoherentes ya no encuentran trabas entre sus opositores políticos, porque fueron aniquilados, sino ahora al interior del propio equipo del virtual presidente electo.

Jiménez Espriú es el posible secretario de Comunicaciones, pero Carlos Urzúa es el seguro próximo secretario de Hacienda y su postura es mucho más moderada y sensata. Tanto, que la tranquilidad de los mercados se debe en buena medida al esbozo que ha hecho del panorama financiero del próximo gobierno.

Para Urzúa, el NAIM además de ser un proyecto bellísimo, se construye con un modelo correcto, en el que los impuestos por uso del actual aeropuerto (el horroroso TUA) implica una tarifa generosa que financia la construcción de la nueva terminal.

Pide considerar las críticas de los expertos sobre construir dos pistas en la terminal militar y considera en todo caso como posible la concesión del nuevo proyecto. Pero lo que hacen ahora, dice, no es tan malo.

En la efervescencia de la campaña de un equipo envuelto en las banderas del populismo, se pueden prometer consultas populares, en la plaza pública y a mano alzada del pueblo bueno para aprobar o rechazar un proyecto nodal.

Pero en la vida real, al momento de gobernar, se tienen que asumir las mejores decisiones con criterios técnicos y bien informados.

Hoy el NAIM ya es un conflicto interno del próximo gobierno, quizá por la extraña mezcla que ha integrado el candidato ganador. Ojalá prive la sensatez.

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