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Seguramente está al tanto de la moda que hay de grabar y subir a las redes sociales a personas de todo tipo aventándose encima una cubeta de agua helada.

El origen de este acto en boga es captar recursos para la Asociación de Esclerosis Lateral Amiotrófica de Estados Unidos, a través de emular uno de los síntomas de la enfermedad que describen como el recorrido rápido de una sensación de frío por el cuerpo.

Con esto, que se conoce como el Ice Bucket Challenge, muchos juegan, otros alimentan su ego de personajes famosos y muchos más efectivamente siguen las instrucciones de donación que conlleva la cubetada. Pero a todos los participantes honestos del performance se les puede ver la cara de sorpresa de recibir agua fría repentina de la cabeza a los pies.

Así se la ha llevado la economía mexicana desde el año pasado, recibiendo baldazo tras baldazo de agua helada con la realidad de una desaceleración económica prolongada. El primer cargamento de hielitos sobre la cabeza de la economía nacional cayó desde el inicio del 2013. Durante ese primer trimestre el Producto Interno Bruto (PIB) se desaceleró de 4.9 por ciento del primer cuarto del 2012 a 0.6 por ciento del lapso enero-marzo del año pasado.

El cambio de administración propició un freno brutal en el gasto público, implicó cambio en las reglas del juego del sector de construcción de vivienda y se alineó con una baja en la actividad económica externa.

Las cubetadas de agua helada siguieron trimestre tras trimestre durante todo ese año del primero al último tramo del año. Aunque hacia finales del 2013 el agua empezaba a entibiarse.

En esas andábamos cuando los incrementos de los precios de inicios de este 2014, (70 por ciento de aumento al precio del Metro de la ciudad de México), más los efectos lascivos de la reforma fiscal, otra vez llevaron al punto casi del congelamiento a la cascada que nos aterrizó en la cabeza.

El PIB del lapso enero-marzo de este año, que estaba llamado a marcar el camino rumbo a un crecimiento muy cercano a 4 por ciento, tuvo un helado aumento de 0.28 por ciento.

En un afán de mejorar la temperatura del ambiente económico, el gobierno federal decidió encender la hoguera del gasto público para calentar de esa manera la economía nacional. Sólo que a la par que metía al congelador fiscal a los contribuyentes cautivos, pretendía acercar el fogón del gasto público que no es comparable en sus alcances.

Ayer nos cayó otro balde de agua helada en la cabeza con el resultado del Producto Interno Bruto al cierre del segundo trimestre, que tuvo un crecimiento de 1.04 por ciento respecto al trimestre anterior. Fue un chorro sin trozos del hielo del inicio del año, pero todavía a una temperatura que nos hace tiritar de frío.

Y aunque la Secretaría de Hacienda insiste en mantener su pronóstico de 2.7 por ciento, tal como ya lo había adelantado el propio presidente Peña Nieto al inicio de esta semana, la realidad es que ya desconfiamos de poder contar con agüita más tibia hacia finales del año. Porque está claro que después de tanto chapuzón en un mar congelado, ya todos ponemos cara de angustia cuando recibimos las primeras gotas del comportamiento económico mexicano de estos tiempos.