Elecciones 2024
Elecciones 2024

Al final, los extremos se juntan y nos dejan ver que son iguales. Las escenas de estos días de una de las calles más importantes de la Ciudad de México asaltada por tiendas de campaña vacías nos recuerdan el mismo episodio de hace 14 años, de un campamento vacío en Paseo de la Reforma.

Los intolerantes de hoy, identificados como de supuesta derecha, recurren a la misma presión contra el gobierno que los intransigentes de hace más de una década, desde una supuesta izquierda, con tal de brincarse cualquier mecanismo democrático y querer imponer su voluntad. Ambos con la misma ambición de poder, de querer pasar sobre la voluntad de los electores y querer ser ellos quienes deciden quién debe gobernar este país.

Se parecen en el daño que provocan a una ciudad, a los comercios de la zona. Pero no se parecen en nada en el empuje de sus liderazgos. Por aquellos años mandaba al diablo a las instituciones alguien con el arrastre suficiente para contender en tres elecciones presidenciales, alguien con el carisma de haber conseguido el triunfo en ese tercer intento y alguien con la hipnosis social suficiente para mantenerse altamente popular, a pesar de sus malos resultados.

En el caso de FRENAAA, no hay liderazgo, no hay carisma, hay un extremismo vacío y, por lo tanto, efímero.

Pero Frena hace un gran favor a los que se oponen al gobierno actual con argumentos y dentro de los cauces democráticos y dentro de la ley. Les permite marcar una diferencia clara con ese extremo opositor y demostrar a los devotos seguidores de la 4T que no todos son iguales.

Claro que desde el poder se intentará meter a todos en la misma canasta. Pero esta es la oportunidad para que aquellos seguidores del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador que conserven un poco de autonomía de pensamiento vean que hay que defender la libertad de ideas y hay que repeler los radicalismos, sean de derecha o de izquierda.

Sobre todo, porque este país tiene que, además de repudiar a movimientos como Frena, denunciar la inmovilidad de la 4T y su freno. Ese freno en la economía, ese retroceso en el que ha metido al país que terminará por afectar a México con una crisis más profunda, derivada de la pandemia.

Ese freno es el verdadero problema nacional, es la insistencia de esta administración de mantener una agenda económica atada al mundo imaginario de un solo hombre, que no se da la oportunidad de readaptar sus prioridades a un mundo que ya cambió. El freno está en la ausencia de una visión de Estado y el exceso de una conducción de líder de grupo partidista.

El tal movimiento Frena sirve para recordar que los que hoy gobiernan fueron una oposición peleonera, que muchos de sus métodos eran de demostración física de su capacidad de movilización para forzar las cosas hacia lo que ellos querían.

Sirve para recordar el alto costo que tuvo aquel radicalismo para México y para marcar una clara distancia por parte de aquellos que defienden su derecho a expresarse y disentir dentro de la democracia y las leyes.

Al final, los extremos se juntan y nos dejan ver que son iguales. Las escenas de estos días de una de las calles más importantes de la Ciudad de México asaltada por tiendas de campaña vacías nos recuerdan el mismo episodio de hace 14 años, de un campamento vacío en Paseo de la Reforma.

Los intolerantes de hoy, identificados como de supuesta derecha, recurren a la misma presión contra el gobierno que los intransigentes de hace más de una década, desde una supuesta izquierda, con tal de brincarse cualquier mecanismo democrático y querer imponer su voluntad. Ambos con la misma ambición de poder, de querer pasar sobre la voluntad de los electores y querer ser ellos quienes deciden quién debe gobernar este país.

Se parecen en el daño que provocan a una ciudad, a los comercios de la zona. Pero no se parecen en nada en el empuje de sus liderazgos. Por aquellos años mandaba al diablo a las instituciones alguien con el arrastre suficiente para contender en tres elecciones presidenciales, alguien con el carisma de haber conseguido el triunfo en ese tercer intento y alguien con la hipnosis social suficiente para mantenerse altamente popular, a pesar de sus malos resultados.

En el caso de Frena, no hay liderazgo, no hay carisma, hay un extremismo vacío y, por lo tanto, efímero.

Pero Frena hace un gran favor a los que se oponen al gobierno actual con argumentos y dentro de los cauces democráticos y dentro de la ley. Les permite marcar una diferencia clara con ese extremo opositor y demostrar a los devotos seguidores de la 4T que no todos son iguales.

Claro que desde el poder se intentará meter a todos en la misma canasta. Pero esta es la oportunidad para que aquellos seguidores del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador que conserven un poco de autonomía de pensamiento vean que hay que defender la libertad de ideas y hay que repeler los radicalismos, sean de derecha o de izquierda.

Sobre todo, porque este país tiene que, además de repudiar a movimientos como Frena, denunciar la inmovilidad de la 4T y su freno. Ese freno en la economía, ese retroceso en el que ha metido al país que terminará por afectar a México con una crisis más profunda, derivada de la pandemia.

Ese freno es el verdadero problema nacional, es la insistencia de esta administración de mantener una agenda económica atada al mundo imaginario de un solo hombre, que no se da la oportunidad de readaptar sus prioridades a un mundo que ya cambió. El freno está en la ausencia de una visión de Estado y el exceso de una conducción de líder de grupo partidista.

El tal movimiento Frena sirve para recordar que los que hoy gobiernan fueron una oposición peleonera, que muchos de sus métodos eran de demostración física de su capacidad de movilización para forzar las cosas hacia lo que ellos querían.

Sirve para recordar el alto costo que tuvo aquel radicalismo para México y para marcar una clara distancia por parte de aquellos que defienden su derecho a expresarse y disentir dentro de la democracia y las leyes.