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Es parte del hábito nacional suponer que las cifras del Informe presidencial están maquilladas, mejoradas mañosamente o simplemente falsificadas, para que los logros del Presidente luzcan abrumadores.

Mucho tiene que ver la abusiva y tediosa utilización de las cifras con el espíritu del ritual mismo, con el hábito profundo de la palabra presidencial. El Informe es un acto de autoridad que incluye el derecho a aburrir a la audiencia.

La retahíla de cifras se ha reducido bastante y la duración del Informe también. Pero las cifras siguen sin oírse, porque siguen siendo excesivas, no se jerarquizan, y las realmente importantes no vienen acompañadas de profundidad analítica y toma de posiciones sobre su significado.

Un ejemplo: la reducción de homicidios anunciada por el presidente Peña Nieto.

En el año 2014 el número de homicidios fue 27.7% inferior al de 2011, el pico histórico de nuestra historia reciente.

Ocho estados lograron disminuir sus homicidios en más de 40%. En los estados fronterizos del norte se redujeron 41.6%. Sobresalen Nuevo León, con menos de 69.8%; Durango, con menos de 63.6%, y Coahuila, con menos de 62%.

En consecuencia, la tasa nacional de homicidios por cada 100 mil habitantes se redujo de 22.1 en 2012, a 16.4 en 2014.

Esto se dice muy rápido pero es la mitad del camino para regresar a las cifras de 2007, cuando la sangría empezó. La tasa de homicidios era entonces de 8 por cada 100 mil habitantes.

Como quiera vérsele, se trata de una reducción espectacular en el asunto más serio de la República: las muertes violentas.

Creo que los ciudadanos habrían escuchado con interés la explicación del Presidente de por qué sucedió esto, qué hizo el gobierno para lograrlo, qué le falta por hacer y por qué la percepción de violencia es mayor en medio de su reducción absoluta.

Lo mismo puede decirse de otras cifras fundamentales del Informe sobre empleo, inversión, impuestos, crédito, reducción de tarifas, etcétera.

Son cifras perdidas o mudas, fundamentalmente porque el gobierno no las explica, acaso porque no quiere entrar al debate de lo que significan para él.

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