Minuto a Minuto

Deportes Rayadas de Monterrey vencen a las Tuzas de Pachuca y se acercan a la final
Las Rayadas vencieron por 2-0 a las Tuzas de Pachuca y se pusieron cerca de clasificarse a la final del torneo Clausura 2024 de la liga femenina
Nacional Marchan en Oaxaca contra de la ‘LGBTfobia’
Las voces unidas al unísono en la marcha replicaron las protestas mundiales de este 17 de mayo en la capital oaxaqueña
Internacional Estados Unidos dona drones a El Salvador para vigilar los “cruces ilegales” de migrantes
Estados Unidos donó a El Salvador varios drones con el objetivo de vigilar los "cruces ilegales" de contrabandistas y migrantes
Internacional Biden rechaza otras dos propuestas de debate con Trump
Joe Biden rechazó otras dos propuestas de debate con el presumible candidato republicano, el expresidente Donald Trump
Nacional Gaceta UNAM: educación pública y autónoma, irremplazable
Entregan reconocimiento al Mérito Académico a 179 profesores e investigadores con 50 años de labores

El presidente Enrique Peña Nieto no puede no padecer la obsesión de que su partido y su candidato ganen las elecciones de su último año.

Es una obsesión que va con el puesto, con la política en general, pero es una obsesión funesta, contradictoria con la función de gobernar para todos, que es función de los presidentes.

Como jefe de Estado, Peña Nieto enfrenta el clamor de una sociedad que le pide hacer cosas distintas, en muchos sentidos contrarias a los intereses de su partido, cuyos vicios y costumbres, por lo demás, parecen bien repartidos, bien clonados, entre la partidocracia toda.

La lista de pendientes de la nación a los que la Presidencia de Peña Nieto no ha respondido forma ya una agenda tan ambiciosa como las reformas logradas en el primer tramo de su gobierno.

Según mis cuentas, esa agenda incluye, en primer lugar, la corrupción.

En segundo lugar, la impunidad política y criminal.

En tercer lugar, la inseguridad y la violencia, con su oscuro horizonte de violación de derechos humanos.

En cuarto lugar, las deformidades del federalismo que dan a luz tantos gobiernos locales impresentables.

En quinto lugar, la fragmentación política que produce gobiernos cada vez más representativos solo del grupo que ganó el poder y cada vez menos representativos de la sociedad.

En sexto lugar, el silencio del gobierno federal cuyo discurso parece un monólogo que marcha en paralelo, sin tocarse, con el de los reclamos del ágora.

El Presidente Peña, como sus antecesores, enfrenta un insidioso dilema: tiene que olvidarse de las elecciones para hacer lo que debe como gobernante. Debe no ser jefe de su partido para poder ser jefe de Estado.

Pero olvidarse de las elecciones puede ser catastrófico para su partido y para él.

Ojalá la ecuación fuera tan fácil como decir que haciendo lo que debe como gobernante, ganará las elecciones, y la historia.

No es así. Pero quizá las elecciones del 5 de junio pasado le hayan demostrado al presidente Peña que tratar de ganar elecciones a como dé lugar, a estas alturas del desgaste priista, es una manera segura de perderlas.

El dilema sigue ahí: ¿debe gobernar los años que le quedan para el país o para el PRI?

[email protected]